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LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
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El boicot a Musk y los signos de rebelión en Alemania

Los diputados democristianos que golpearon el coqueteo de su líder con la ultraderecha, las masivas manifestaciones y el colapso de las ventas de Tesla muestran caminos de resistencia

Donald Trump y Elon Musk, en Mar-a-Lago el pasado noviembre.
Donald Trump y Elon Musk, en Mar-a-Lago el pasado noviembre.Carlos Barria (REUTERS)
Andrea Rizzi

El dúo Trump-Musk avanza en su campaña destructiva para arrasar con normas e instituciones nacionales e internacionales que se interponen en el camino que quieren recorrer hacia un mundo regido por la ley brutal del más fuerte. Su ofensiva causa desconcierto, congoja, hasta miedo. Más aún cuando, a la vez, por el otro lado del atlas toca confrontar con una Rusia abrazada a la violencia salvaje y una China anclada en el autoritarismo personalista. Pero, por supuesto, no hay que ceder, ni al desconcierto, ni a la congoja, ni al miedo, ni tampoco a la resignación o al nihilismo. Hay que responder.

Alemania encadena una serie de episodios inspiradores de lo que puede ser la resistencia y rebelión ante el espanto que avanza. Primero, un puñado de valientes diputados democristianos y liberales tumbaron el bochornoso coqueteo del líder de la CDU, Friedrich Merz, con la ultraderecha de AfD a cuenta de un lamentable proyecto en materia migratoria. No votaron a favor y tal vez contribuyeron a dar la vuelta a la marea de la historia en su país. Un recordatorio de que, a veces, no solo es necesario oponerse a los bárbaros que quieren invadir, sino también a los líderes de las filas en las que se milita y que se están equivocando.

Después, cientos de miles de personas salieron a la calle en distintas ciudades alemanas para reclamar mantener el cordón sanitario contra una ultraderecha tóxica a la que ahora Musk intenta propulsar.

A propósito de Musk, hay más: datos conocidos esta semana apuntan que las ventas de Tesla en Alemania cayeron en enero un 59% con respecto al mismo mes del año anterior. En Francia también hubo un declive marcado. Es difícil establecer hasta qué punto se trata de un boicot a Musk. Puede desempeñar un papel el factor espera ante la próxima salida de un modelo mejorado. Pero el desplome es de tal calibre que cuesta pensar que se deba a una mera lógica de mercado. No solo cuesta pensar eso: gusta pensar que hay algo más.

Destacados empresarios también quisieron que su punto de vista quedara claro. Los presidentes de Siemens, Mercedes y Deutsche Bank alertaron en contra de votos de protesta a partidos que dividen al país y fomentan derivas xenófobas.

Por supuesto, no solo en Alemania aparecen señales alentadoras. El presidente de Italia, Sergio Mattarella —verdadero referente moral y político de la República frente a una primera ministra que prefiere los conceptos de nación y patria (desprovistos de instituciones y normas), y que se regocija de estar cerca de Musk— pronunció recientemente un magnífico discurso sin rodeos. En él, alertó contra “la aparición de los señores neofeudales del tercer milenio”. Y exhortó: “Es hora de actuar”.

Es esa hora, sí. Hay que actuar en múltiples planos. Hay que tejer coaliciones de resistencia entre países que no quieren el mundo de las tinieblas, y en ese sentido la UE es el actor fundamental, aquel con la masa crítica para ser el centro de una reconfiguración de relaciones. Hay que urdir nuevas tramas de cooperación entre fuerzas políticas diversas para asegurar los elementos fundamentales del juego democrático mientras la normal dialéctica prosigue vibrante en el resto de asuntos. Hay que componer nuevos marcos regulatorios —siendo, de nuevo, la UE el actor crucial— y nuevos proyectos de cohesión y educación. Hay que hallar dentro de cada uno la voluntad de quedarse pegados de forma inquebrantable a ciertos valores y al espíritu crítico. Frente a las invasiones bárbaras, pero también frente a los líderes del foro, que es el lugar de convivencia que queremos proteger cuando se equivocan, y por esa vía lo debilitan. Como hicieron aquellos diputados alemanes estampándole un no en la cara a su propio líder. Si la inteligencia conduce al pesimismo —también en el marco comunitario, con crecientes síntomas de división, líderes que se arriman al proyecto trumpista, auge de fuerzas nacionalpopulistas—, quedémonos agarrados al optimismo de la voluntad. Ánimo.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).
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