Los inmigrantes como chivos expiatorios
Los lectores escriben sobre las acusaciones a los migrantes, la situación de los trabajadores sanitarios, el duelo por la muerte de una mascota y la incontinencia urinaria masculina
Los mismos que recortan y privatizan la sanidad provocando listas de espera eternas dicen que el problema es tu vecina inmigrante que acude al centro de salud. Los mismos que han deteriorado la educación pública mientras favorecían la privada y concertada dicen que el problema son los amigos de origen inmigrante de tu hijo. Los mismos que han votado en contra de cada subida del salario mínimo o de medidas como la derogación del despido mientras estás de baja dicen que el problema es tu compañero de trabajo inmigrante. Los mismos que viven de lo público mientras bajan impuestos a las grandes fortunas dicen que el problema son otros en una situación peor que la tuya. Mientras una minoría privilegiada vive sin problemas y a costa de nuestro trabajo y del país, nos ofrecen un chivo expiatorio sobre el que descargar el miedo, la frustración y la inseguridad que ellos han causado.
Alejandro Romero Mellado. Lorquí (Murcia)
Doctora, ¡si está usted peor que yo!
Probablemente, a todos los que trabajamos en la sanidad pública nos han dicho algo similar. Vivimos en un sistema que no solo permite, sino que obliga a su personal a hacer turnos de 24 horas, que suelen acabar siendo más, varias veces al mes. Además, es un sistema en el que, si enfermas, como antes o después nos pasa a todos, y no puedes ir a trabajar, o bien perjudicas a tus pacientes, que se quedan sin ser visitados, o bien a tus compañeros, cuya actividad se sobrecarga. Se habla de que la sanidad pública es la joya de la corona, pero si la seguimos descuidando la podemos perder.
Rafael López Urdiales. Barcelona
Una sociedad poco paciente
Recientemente, falleció mi perra, con la que compartí más de la mitad de mi vida. Al principio, todos entendían mi dolor y me ofrecían su apoyo y palabras de consuelo. Pero, a medida que pasaban los días, las miradas empezaron a cambiar. “Tienes que seguir adelante”, me decían, como si el duelo por una mascota también tuviera un límite establecido. La sociedad tiene poca paciencia con el dolor prolongado, especialmente cuando se trata de la pérdida de un animal. Aunque el vacío sigue presente y las rutinas diarias se sienten incompletas, la presión de retomar la vida como si nada hubiera pasado se vuelve abrumadora. Al final, uno aprende a fingir que todo está bien, porque mostrar tristeza más allá del tiempo “adecuado” parece no estar permitido.
Olaia del Amo. Bilbao
Aviso de servicio público
Existen pañales para hombres que padecen incontinencia urinaria. Tienen diversos grados de absorción, por lo que es fácil encontrar el más apropiado para cada caso. He necesitado llegar a mi vejez para enterarme de algo tan natural y práctico, mientras que toda la vida he sido bombardeado por propaganda de productos semejantes para la mujer. Llegado a este punto, me pregunto por qué tanta publicidad para unos y tanta reserva para otros. ¿Qué vergüenza oculta la incontinencia masculina? ¿Acaso la imagen personal y social de los hombres se ve dañada por este hecho natural tan inevitable?
José Jesús Sánchez Marín. Madrid
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