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Redes Sociales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Elon Musk quiere seducir a Donald Trump

El expresidente todavía no ha vuelto del todo a la plataforma dos años después de ser readmitido

La sede de X, en San Francisco (California).
La sede de X, en San Francisco (California).Carlos Barria (REUTERS)
Thiago Ferrer Morini

El mítico beisbolista de los Yankees de Nueva York Lawrence Yogi Berra era conocido por su forma de hablar tanto o más que por su juego. Sus frases enrevesadas, como “no se ha acabado hasta que se ha acabado” o “cuando encuentres una encrucijada en tu camino, cógela” se convirtieron en leyenda en Estados Unidos, hasta el punto en el que el propio Berra tuvo que advertir: “En realidad no he dicho todo lo que he dicho”. Una de sus frases más populares fue: “Es un dejà vu, otra vez”. Y es, posiblemente, el mejor resumen de la semana en la pajarería que es X (antes Twitter).

La pasada madrugada, Elon Musk, el dueño de X, tenía previsto entrevistar al candidato republicano a la presidencia de EE UU, Donald Trump. Trump siempre está necesitado de atención, pero esta vez más: la entrada de la vicepresidenta Kamala Harris en la campaña como la nueva candidata de los demócratas ha dado nuevos bríos al partido del presidente Joe Biden y desviado la atención de los medios de su persona. El expresidente ha intentado recuperarla con una inusual rueda de prensa (inusual por lo infrecuente) pero no parece haber funcionado. A través de su cuenta, Musk ha prometido una conversación “sin guion y sin límites en los temas, así que debería ser muy entretenida”.

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Conociendo la tendencia de Trump a desbarrar, uno debe tomarse esa aseveración con cuidado, pero ya sería un éxito de por sí que la conversación se hubiese llevado a cabo. Cuando Musk entrevistó en un Spaces (una sala de debate de audio pública) al gobernador de Florida, Ron De Santis, los fallos en el sonido arruinaron la conversación y sirvió de pésimo arranque a la campaña de De Santis, que acabaría abandonando meses más tarde.

La pregunta aquí es qué hace Trump en X. Cuando en 2021, tras el asalto al Capitolio, la entonces Twitter suspendió la cuenta del todavía presidente por “incitación a la violencia”, Trump aprovechó la ocasión para impulsar su propia plataforma, Truth Social. Aún hoy, el expresidente publica, sobre todo, en su cuenta de Truth, a pesar de que una de las primeras medidas de Musk al hacerse con Twitter fue devolverle su cuenta. Desde noviembre de 2022, el expresidente solo ha publicado una vez: la foto de su ficha policial, cuando se la hicieron en agosto de 2023. Las cuentas de Truth Social son absurdamente desastrosas: en el segundo trimestre de este año, solo facturó 836.900 dólares (hay coches en Palm Beach, donde vive Trump, que cuestan más que eso) y logró el milagro de perder 16 millones. No es que X esté libre de problemas, todo lo contrario: la semana pasada, las autoridades irlandesas denunciaron a la plataforma por utilizar los mensajes de sus usuarios para alimentar su proyecto de inteligencia artificial. Hay otras ocho denuncias en marcha.

La única victoria, por poder llamarla de alguna manera, para Musk, ha sido que ha deshecho la Alianza Global para unos Medios Responsables, una coalición de anunciantes que, después de que en 2019, un ultraderechista entrase en dos mezquitas en Christchurch (Nueva Zelanda) y matase a 45 personas mientras lo retransmitía todo por Facebook, acordó restringir la publicidad en las plataformas que difundiesen contenidos de odio, con la expectativa de que estas se tomasen más en serio la moderación de contenidos. Estas lo hicieron. Pero Musk ha equiparado desde el principio la moderación de contenidos con censura, así que denunció a la Alianza por, según él, “boicotear” a X. Antes que enfrentarse a la demanda, los anunciantes han preferido disolver la asociación.

Imagínense: una empresa que prefiere ir a los tribunales antes que contener el odio en su plataforma. Pues eso: más de lo mismo, otra vez.

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.
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