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Impotente Abascal

Una cosa es el sueño húmedo del autoritarismo propio de otros tiempos y otra muy distinta la gestión de la realidad

Santiago Abascal y Javier Milei, en Madrid.
Santiago Abascal y Javier Milei, en Madrid.Ana Beltran (REUTERS)
Najat El Hachmi

¿Qué hombría es esa que consiste en combatir a temblorosos adolescentes y mujeres aterrorizadas? Qué bajeza moral la de este nuevo matamoros, tan gallardo él, tan macho, que necesita convertir en enemigos a chavales a los que triplica la edad, qué mediocridad la de los hombrecillos con aspiraciones caudillistas que se atreven a medirse con imberbes asustados y mujeres indefensas. Si la batalla fuera física y no política, a Abascal incluso el ejército más sanguinario lo vería como un cobarde incapaz de enfrentarse a los de su tamaño. Su histriónica reacción ante el reparto de menores sobreactuando hasta desgañitarse demuestra, que me perdonen los psicólogos, las debilidades y carencias soterradas del líder de VOX. Tanto él como sus homólogos tienen una obsesión enfermiza por demostrar que son muy hombres como en el bochornoso encuentro entre Milei y Bolsonaro en el que los dos ultras se esforzaron por demostrarse el uno al otro una masculinidad basada en la potencia física, la dominación de sus compañeras de cama y el rechazo visceral de la homosexualidad.

Les falta actualizar sus rancios modelos de hombre, tan alejados hoy, por suerte, de la violencia física, verbal y simbólica ejercida sobre quienes no pueden defenderse. No se me ocurre forma más evidente de demostrar falta de hombría que negando la base ideológica de los feminicidios, nada más alejado del ideal masculino que la falta de compasión por las asesinadas o el desamparo de quienes huyen de sus tierras en arriesgadas travesías por el Atlántico.

No se entiende qué ha empujado al ínclito Abascal a desgarrarse ahora las vestiduras por el reparto de menores. Sabemos que en su ideario xenófobo está el rechazo a la inmigración pero en este caso concreto, ¿qué propone? ¿Qué solución (final o no) tiene para gestionar un problema que desborda la administración canaria? ¿Hay que tirar a los niños al mar? ¿Hay que dejar que se ahoguen? ¿Tal vez crear para ellos campos de concentración? ¿Hay que matarlos? Abascal reacciona, rompe con el PP pero no nos dice qué propone. Porque una cosa es el sueño húmedo del autoritarismo propio de otros tiempos y otra muy distinta la gestión de la realidad. Una cosa es la nostalgia por las épocas de garrote y mano dura y aislamiento y otra muy distinta tener que obedecer leyes y convenciones internacionales ratificadas por España. Son sus votantes quienes deberían hacerle estas preguntas, no sea que les esté prometiendo el oro y el moro para luego demostrar su impotencia atacando a mujeres y niños.

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