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Columna
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El poder del juego

Los científicos son admirados, los deportistas son adorados. Qué grandes serían Newton y Einstein si además supieran regatear como Mbappé

Aficionados y jugadores celebran un gol de Serbia en un partido contra Dinamarca en la Eurocopa 2024.
Aficionados y jugadores celebran un gol de Serbia en un partido contra Dinamarca en la Eurocopa 2024.Leonhard Simon (REUTERS)
Manuel Vicent

Al parecer el primate aprendió a pensar y a desarrollar la inteligencia jugando. De hecho, al Homo sapiens actual sentado en las gradas del estadio le conmueve más el cerebro el gol marcado de cabeza por la escuadra en el descuento que da la victoria a su equipo que haber levantado las Pirámides, construido el Partenón, inventado el alfabeto, escrito la Odisea, elaborado el teorema de Pitágoras, descubierto la ley de la gravedad, desarrollado toda la ciencia y la técnica necesarias para poder viajar a Marte. Recuerdo aquella noche en que los tres astronautas norteamericanos llegaron a la Luna. La gente observó la hazaña en silencio, entre incrédula y sobrecogida. No se oyó en los alrededores ni aplausos ni gritos. Los vecinos permanecieron callados. Algunos ni se lo creen todavía. En cambio, el famoso gol de Iniesta el 11 de julio de 2010 levantó una explosión casi planetaria de júbilo salido de las entrañas. Los científicos son admirados, los deportistas son adorados. Qué grandes serían Newton y Einstein si además supieran regatear como Mbappé. Al final de unos juegos olímpicos de la antigua Grecia hubo que demoler parte de la muralla de Siracusa para que pudiera entrar en la ciudad la cohorte que acompañaba a uno de sus atletas que volvía coronado con hojas de acebuche por haber vencido en la carrera de cuadrigas. Sin embargo, Arquímedes, que acababa de descubrir en la bañera el principio de física que lleva su nombre, recorrió desnudo las calles gritando ¡Eureka! y lo tomaron por un loco. Hoy el mundo está estructurado como un circo, de manera que media humanidad permanece sentada contemplando cómo en la pista la otra mitad juega, hace el payaso y se degüella sin más. Puede que el dinero y la mafia instalada en los palcos de honor hayan podrido todo el deporte, pero hay un momento glorioso en la cancha en que el atleta arrebata ese segundo al tiempo, ese centímetro al espacio que estaban en poder de los dioses. Y solo por eso son adorados.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.
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