Disuadir sin escalar, como sorber y soplar
Es ilusoria la petición de los aliados de Israel para que la agresión de Irán quede sin respuesta
Restaurar la disuasión y evitar la escalada bélica a la vez es como soplar y sorber. Una tarea imposible para cualquiera, sea Irán con su masivo ataque aéreo o sea Israel con la respuesta que ha anunciado. Todos quieren golpear el último y luego dar por restaurado el equilibrio disuasorio y acabada la pelea, pero saben que contribuyen a continuarla y con ello a incrementar el riesgo de guerra regional. Es ilusoria, por tanto, la petición de los aliados de Israel para que la agresión quede sin respuesta, a pesar de que el 99% de los ingenios con carga explosiva, y no precisamente simbólica, fueron interceptados y solo hubo que lamentar una víctima, precisamente palestina, una niña herida de gravedad perteneciente a una familia beduina desahuciada de su habitáculo por las autoridades israelíes.
Quienes ayudaron a Netanyahu a interceptar los misiles, y a evitar una matanza en zonas habitadas, consideran que la disuasión ha quedado restablecida con el brillante éxito de la defensa antiaérea, y desaconsejan toda reacción precipitada y excesiva que incendie la región e inflame el precio del gas y del petróleo.
No comparten estas consideraciones los ministros israelíes más extremistas, que no conciben la disuasión sin punición ni venganza y no quieren renunciar a nada: a una respuesta inmediata y contundente a Irán, pero tampoco a entrar en Rafah, ni a seguir estrechando el cerco a los palestinos de Cisjordania. Mantener viva la movilización bélica deviene fundamental para la supervivencia política de Netanyahu y de su Gobierno, aunque cada vez será más difícil sin alguna cesión sustancial a sus aliados, ya sea en Gaza, ya sea en su fervor guerrero contra Irán.
Esas noticias no son buenas para los gazatíes, porque Rafah ofrece una fácil respuesta disuasiva sin escalar en el exterior. Teherán puede esperar a recibir su merecido. Basta con que Israel anuncie su carácter ineluctable, como en realidad ya ha hecho. De una forma u otra, llegará y será contundente. Probablemente, el programa nuclear iraní proporcionará la diana perfecta en el momento preciso para cortar por lo sano, antes de que la bomba esté lista para su uso.
A fin de cuentas, el mayor temor israelí —también saudí y de los países árabes suníes— es que Irán llegue a poseer el arma nuclear, con la cobertura agresiva que proporciona, tal como se ha comprobado con Rusia en Ucrania.
Para defenderse con tanto éxito de la agresión aérea iraní, Israel ha necesitado una amplia coalición con Estados Unidos, Francia y el Reino Unido (poseedores todos ellos del arma nuclear y núcleo militar de la OTAN), además de la sigilosa participación de Jordania, Arabia Saudí y Emiratos. Nada reforzaría tanto todo este conjunto heteróclito como el final de la guerra de Gaza y la reapertura del proceso de paz con los palestinos. La capacidad disuasiva de una alianza árabe y atlántica estable desbordaría en eficacia a cualquier respuesta militar de Israel contra Irán y sería la póliza de seguro más sólida contra el desbordamiento y la guerra regional. Disuadiría sin escalar.
Incluso en las peores circunstancias siempre se abre algún camino que se desvía del surco guerrero, pero hay que saber encontrarlo y aprovecharlo.
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