Atreverse a nombrar
Ni el terrorismo fue un ciclo ni la memoria son recuerdos de las víctimas. La memoria consiste en honrar la verdad y atreverse a mentarla por su nombre
El pasado 8 de abril murió el exlehendakari José Antonio Ardanza y las crónicas recordaron la importancia del pacto de Ajuria Enea que él fraguó, porque pretendió la deslegitimación social del terrorismo y, más que eso, porque un acuerdo así parecía imposible. Fue a principios de 1988 y España acababa de asistir al entierro de las 11 víctimas que provocó ETA en la casa cuartel de Zaragoza con un coche bomba cargado de 250 kilos de amonal. Cinco de las fallecidas eran niñas. Unos meses antes, ETA había atentado en un Hipercor de Barcelona en su mayor matanza. Aquel año 1987, los terroristas mataron a 41 personas.
Basta con buscar en internet para que aparezca la secuencia solo de aquel año con sus descripciones correspondientes: asesinado por coche bomba, tiroteado después de haber ido a tomar unas copas, tiroteado mientras se montaba en el coche con su mujer, asesinado por una explosión, y así muchos más durante mucho tiempo. Así, en realidad, hasta no hace tanto.
Por décadas, gentes a las que no movía más razón que su compromiso público o político estuvieron sometidas a amenazas de toda ralea —ellas y sus familias— por un sentido del deber por el que a menudo les mataban o les mutilaban y que, encima, hizo que una parte de la sociedad les repudiara. Esas cosas pasaban en este país. Fueron tiroteados o extorsionados por un régimen que extendió un miedo construido sobre años de silencios y complicidades en los que exigía un valor constante hacer lo que este próximo domingo nos parecerá lo más normal: formar parte de una lista electoral, dedicar la jornada a ser interventor o apoderado o incluso afiliarse a un partido.
Más que presentarse, para ir a unas listas había que atreverse, como a tantas otras cosas. Hubo mucha gente que, movida por ese sentido cívico del deber, expuso sus vidas al proteger a los demás como policías o escoltas. Hubo también decenas de muertes civiles. No fueron víctimas de un ciclo: fueron víctimas de acciones terroristas.
Han pasado los años y ETA ya no existe, aunque permanezca en algunos discursos. Para empezar, en el de EH Bildu, que no logra desprenderse de esa sombra porque aún es el día en que su candidato se resiste a llamar terrorismo al terrorismo de ETA. A decir de las encuestas, Bildu está a un paso de protagonizar un cambio histórico en el País Vasco si arrebata la hegemonía al PNV, al margen de quien acabe por formar gobierno. El desgaste de los nacionalistas explica en parte ese auge, pero sobre todo lo explica cómo la izquierda abertzale ha conectado con la juventud con un discurso centrado en la gestión de políticas sociales concretas. Bildu pretende dar a entender que ha pasado página, pero ese recorrido será fallido si no incluye llamar a las cosas lo que las cosas fueron. Lo que vimos todos.
El terrorismo no fue un ciclo. La memoria no son recuerdos de las víctimas. La memoria consiste en honrar la verdad y atreverse a mentarla por su nombre. No fue difícil ver lo que ocurría porque durante muchos años fue nuestra realidad más cotidiana. No debería ser difícil decirlo, especialmente para aquellos que piden al resto que pase página. A ellos más que a nadie debería resultarles lógico, entonces, tener el valor de empezar con su propio ejemplo.
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