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Europa recela de las armas

De nada sirven las mejores intenciones si Putin persevera en la violencia, y la amenaza nuclear, para doblegar a Ucrania

Soldados del Ejército de Ucrania, cerca de la línea de frente de la ciudad de Avdiivka.
Soldados del Ejército de Ucrania, cerca de la línea de frente de la ciudad de Avdiivka.STRINGER (REUTERS)
José Andrés Rojo

En los primeros meses de 2023 ya hubo reticencias en la opinión pública europea a propósito del envío de carros de combate Leopard a Ucrania. Los había pedido Zelenski porque los consideraba imprescindibles para iniciar una ofensiva que le permitiera reconquistar parte del territorio perdido. Una encuesta de diciembre de 2022 de la Agencia de Noticias DPA reveló que un 45% de los alemanes estaba en contra de esa iniciativa y que solo la apoyaba un 33%, aun cuando el 52% consideraba que la diplomacia no iba a resolver el horror de la guerra. El debate fue enconado, pero finalmente varios gobiernos occidentales respondieron a la petición de Kiev y se comprometieron a reforzar sus fuerzas con alrededor de 130 tanques. Los analistas consideraron ya entonces que solo con los Leopard no se lograría un cambio relevante en el campo de batalla, y calculaban que para que una ofensiva pudiera funcionar Ucrania necesitaba como mínimo unos 300, y todos disponibles al mismo tiempo junto a otro tipo de armamento pesado y abundante munición. Hoy ya se sabe que aquello no funcionó y que Putin tiene ahora la iniciativa y ha recuperado terreno.

No es posible librar una guerra, y menos ganarla, sin armas. El pasado está lleno de ejemplos y, aunque las circunstancias hayan sido siempre diferentes a las que vive hoy Ucrania, hay momentos en la historia que muestran cuán necesario resulta tener recursos para poder defenderse. En noviembre de 1936 las tropas franquistas habían llegado a las afueras de Madrid y se disponían a conquistar la capital para derrotar definitivamente a un Gobierno salido de las urnas. La situación era tan delicada que el propio Ejecutivo abandonó la ciudad y se dirigió a Valencia. Las democracias occidentales se habían desentendido desde muy pronto de la República a través de un Comité de No Intervención que, sin embargo, permitía que la Alemania nazi y la Italia fascista siguieran ayudando a los militares golpistas. El caso es que, justo en esos días, llegaron los primeros aviones que las autoridades republicanas habían comprado a la Unión Soviética, así que hubo margen para resistir en las alturas el ataque enemigo. Las fuerzas del ejército leal y las milicias se batieron mientras tanto en tierra y lograron que Madrid no cayera. La llegada de las Brigadas Internacionales supusieron también un estímulo añadido para frenar a un enemigo mejor pertrechado.

Es evidente que la diplomacia tiene que batallar para encontrar una salida a la guerra en Ucrania, y son también relevantes las sanciones económicas que la Unión Europea y Estados Unidos han puesto en marcha para debilitar a Moscú. Pero todo esto se ha visto, por desgracia, que resulta insuficiente. De nada sirven las mejores intenciones si Putin ha decidido utilizar la violencia —y la amenaza nuclear— para ganar posiciones y recuperar el empuje de lo que alguna vez fue el imperio soviético y, antes, el imperio zarista.

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La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha recurrido a una alambicada fórmula para decir que ya nada es como antes. “La amenaza de guerra puede no ser inminente, pero no es imposible”, ha dicho. A las opiniones públicas, que han entendido que sin la paz nunca se hubieran podido construir los Estados de bienestar de la actual Europa, nada les puede sonar peor que en sus países crezcan los gastos militares. Pero qué otra alternativa existe si el enemigo no atiende a razones y sigue avanzando.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
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