Dos años de guerra

Se han cumplido dos años desde el inicio de la guerra en Ucrania. En aquellos días pensé que este país no podría oponerse al poderío militar ruso y que sucumbiría en pocos meses, pero me equivoqué: ni Rusia tenía tanto poder ni Ucrania era tan débil. Me pregunto cuánto tiempo más va a durar esta guerra, cuántas víctimas se van a seguir añadiendo a las que ya llevamos entre muertos y refugiados. El conflicto se ha convertido en una guerra de desgaste que Putin no quiere parar y Ucrania y sus aliados no pueden parar. Es un conflicto entre la libertad de elección de un país y la tiranía de un dictador. Hasta que llegue el final de la guerra, el dolor, la desgracia y las muertes seguirán presentes.

Antonio María de Régil Arteaga. Madrid

Cada vez más negacionistas

El fenómeno negacionista está en auge. Cada día aparecen nuevos influencers conspiranoicos con complejo de Sócrates, que se vanaglorian de poner en tela de juicio la verdad. Este ejercicio, aparentemente crítico, no debería ser preocupante si no fuera por la absoluta carencia de sentido común que entrañan dichas reflexiones: rechazan todo aquello que se opone lógica, empírica y racionalmente a sus posturas, lanzando un alarmante mensaje cínico que pone en juego la paz social al desestimar el consenso científico. Paradójicamente, cuanto más se alejan de la noción de realidad, más éxito alcanzan en redes.

Antonio Sutil-Gaón Ruiz. Sevilla

Modelo España

En el incendio de Valencia, en el de Murcia o Madrid, y en tantas otras catástrofes, se repite un modelo muy español: empresarios o simples ciudadanos que van a lo suyo, instituciones que no cumplen su función de control de actividades públicas y de exigencia de cumplimiento de ciertas leyes y normas, inocentes que pagan con su vida, judicatura que tarda años en resolver. Tenemos mucho que mejorar en este país nuestro.

Francisco Javier López Ariza. Colmenar Viejo (Madrid)

Sergio no va a volver

Decir que eres de Valladolid suele generar caras raras, no es nada nuevo. Pero que este fin de semana se haya cobrado una vida, en concreto la de Sergio —y quienes le conocíamos damos fe de su pureza y buen corazón—, debería ser un punto de inflexión para preguntarnos hasta qué punto el ser humano es capaz de llevar odios irracionales a lugares de no retorno. Porque el chaval que lo agredió irá a la cárcel, pero Sergio no va a volver, ni en ocho años ni en 15.

María Muñoz Rivera. Valladolid