Propósito para 2024
Poco importa que España se rompa o no si al final la crispación política te rompe el diafragma
Como cualquier persona corriente, también este viejo se había formulado algún propósito ante el año nuevo. Dada su avanzada edad, el primero consistía en cumplir con su obligación de no morirse, de modo que para ir tirando del carro con cierta dignidad había decidido no malgastar ni un gramo de energía en cosas que no le gustaran. Pondría, como siempre, la radio cada mañana al despertar para enterarse de lo único que quería saber. ¿Se había producido el fin del mundo? ¿Se había roto España? ¿Había alguna señal de inminente catástrofe en la ventana? Si pese a los malos presagios con que le atormentaban los agoreros, el sol había amanecido un día más con toda normalidad y, al parecer, no había forma de que el Apocalipsis llegara ni que España se rompiera, apartaría definitivamente de su mente este problema. A continuación, pondría una sonata de Bach mientras toda la casa comenzaba a oler a café. Pero sabía que existe un fin del mundo prêt-á- porter, a la medida de cada uno. Bastaba con resbalar en el cuarto de baño y darse con la nuca en el bidé para que a este ciudadano se le apagara el universo entero. Mirar dónde pones el pie es el principio de toda sabiduría. Por otra parte, poco importa que España se rompa o no si al final la crispación política te rompe el diafragma, te llena de acidez el estómago por verte obligado a asistir a ese espectáculo en que cada bando político se disputa como un trofeo la soga del ahorcado. Una buena digestión es un derecho constitucional y debe ir acompañada con el recuerdo de cosas agradables. Sería lógico que este viejo recordara los placeres que había dejado atrás, aquellos amigos, aquellos veranos, aquellos viajes. No fue así en este caso. Su único propósito para el año 2024 fue el de fijarse bien dónde pondría los pies, más que nada para no tener que pisar alguna de esas mierdas que caen del cielo. Con eso le bastaba.
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