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Tribuna
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La sociedad necesita sosiego, los políticos deben dárselo

Es fundamental que el Gobierno adopte decisiones que aclaren las dudas de la mayoría de los ciudadanos y que el principal partido de la oposición respete la Constitución

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en La Moncloa, el 10 de octubre de 2022.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en La Moncloa, el 10 de octubre de 2022.Jaime Villanueva
Rosa Conde

La confrontación política y la desafección ciudadana tiene muchas causas y dos responsables políticos que no solo no están sabiendo cumplir su papel moderador de los conflictos sino que uno con sus declaraciones y otro con políticas poco y mal explicadas están agravando la situación.

Tony Judt en El peso de la responsabilidad habla de la importancia del sentido de la responsabilidad en la política y de los políticos. Y en estos momentos, el peso de la responsabilidad recae básicamente en los dos grandes partidos, PSOE y PP, que en las elecciones del 23-J obtuvieron entre los dos un 64,75% del voto y unos 15.852.810 de votantes. En las últimas elecciones la sociedad ha demandado centralidad, no política desde los extremos.

Los dos partidos están fallando a sus electorados y están llevando la polarización a la vida cotidiana de los ciudadanos. La polarización ha saltado del Parlamento y del debate político a la conversación entre amigos y familiares abriendo grietas en la sociedad y en las relaciones personales que están afectando a la convivencia.

La convivencia que proclama el Gobierno no debe circunscribirse a un territorio. Una buena convivencia debe ser para todos. El presidente del Gobierno lo es de todos los españoles, le hayan votado o no, vivan donde vivan y tengan la ideología que tengan.

Hay 11 fuerzas políticas en el parlamento, pero para hacer frente a los problemas a los que se enfrenta la sociedad española y abordar las necesarias reformas, incluidas las constitucionales, solo hay dos fuerzas políticas con capacidad de llevarlas adelante. Pero no cabe duda que los extremos condicionan el comportamiento de los dos grandes partidos. El PP está atrapado por la necesidad de los votos de VOX. El PSOE, por una miríada de votos de partidos tan heterogéneos como Sumar, Podemos, Junts, ERC, PNV, BNG, Bildu y Coalición Canaria. Izquierda y extrema izquierda por un lado, derecha y extrema derecha por otro.

Santos Juliá decía en 2015 que en España ha reinado durante muchos años la política del “todo o nada”. Y para él estábamos entonces en ello, con dos posiciones extremas: los que clamaban por la ruina del edificio construido sobre los pactos del 78 y los que decían, el PP, que ese edificio no había que tocarlo. Hoy estamos en esa misma situación pero agravada. Quizás ahora son más los que claman por derruir lo construido desde la Constitución del 78 que los que piensan que no hay que tocarlo. Con el agravante de que algunos de los que defienden esta última posición, el PP, empieza por incumplir la Constitución al impedir la renovación de CGPJ. Ese incumplimiento les invalida para utilizar cualquier argumento de crítica al Gobierno por adoptar acuerdos con algunos partidos que no respetan la Constitución. Si Núñez Feijóo quiere ser creíble, si quiere tener auctoritas en su partido, entre sus votantes y en la sociedad tiene que empezar por cumplir la Constitución. De otra forma está engañando a sus votantes y a la sociedad española en su conjunto. El argumento de que ha ganado las elecciones no vale por más que lo repitan. Hay un gobierno legítimo, les guste o no. No todo vale para volver al Gobierno.

Como no todo vale al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para serlo. Su presidencia es legítima. Ha obtenido 179 votos en su debate de Investidura. Tiene, por tanto, legitimidad de origen. Su tarea consiste ahora en mantener también la legitimidad de ejercicio. Y esa legitimidad de ejercicio se fortalece con la máxima transparencia y la mayor claridad a la hora de explicar los pactos que le han llevado a la presidencia. Sus 7.760,970 votantes tienen, tenemos que comprender mejor para qué está sirviendo y va a servir nuestro voto.

La ley de Amnistía ha producido ríos de tinta y alterado la convivencia entre españoles. La proposición de ley ha iniciado, con crispación y con la ausencia del Gobierno, el trámite parlamentario. La prioridad absoluta del Ejecutivo debe ser despejar todas las dudas que esta ley suscita en la sociedad. Su segunda prioridad, llevar todos sus pactos al Parlamento, su lugar natural. Y dejarse de verificadores y de reuniones clandestinas en el extranjero. Contribuiría, sin duda, al sosiego en la sociedad tener la certeza de que el presidente no va a reunirse fuera de España con un prófugo de la justicia. Como ayudaría que en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros no se hiciera política partidaria y que se evitara copar puestos institucionales con personalidades que han tenido altos cargos en el Gobierno.

Tan fundamental es que el principal partido de la oposición respete la Constitución como que el Gobierno adopte decisiones que clarifiquen las dudas de la mayoría de los ciudadanos, muchos de ellos sus propios votantes. La convivencia en paz y libertad está en sus manos.

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