Elecciones en la Argentina: las estrategias del miedo
El domingo, los partidarios de Sergio Massa parecían convencidos de haber triunfado, pero la decisión del voto ha sido como una versión desesperada de un conocido juego de mesa
En las elecciones presidenciales que se realizaron el domingo en la Argentina, hubo gente que votó a la candidata del Frente de Izquierda, Myriam Bregman, pero que está dispuesta a votar al peronista Sergio Massa en la segunda vuelta; gente que hubiera votado a Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, pero consideró que Massa tenía más posibilidades de pasar a la segunda vuelta, a la que descontaba que llegaría el libertario Javier Milei, y entonces votó a Massa; gente que hubiera votado a Juan Schiaretti, de Hacemos por Nuestro País, pero se dispuso a votar a Massa porque Schiaretti no tenía posibilidades ante Milei, aunque a último momento decidió votar a Bullrich porque consideró que el de Massa era un voto desperdiciado ya que, en segunda vuelta, no tendría chances, en cambio Bullrich sí; gente que hubiera votado a Schiaretti pero que votó a Massa porque consideró más importante detener a Milei que votar según sus convicciones; gente de izquierda que jamás hubiera votado a Massa, pero que lo votó porque Bregman no tenía chances y votar a Bullrich era un límite que no quería traspasar. Esa maraña especulativa habla, más que de elecciones, de una versión desesperada del juego del TEG, el Plan Táctico y Estratégico de la Guerra. El miércoles 18 de este mes fui al estadio donde Milei cerró su campaña y hablé con las personas que hacían fila para celebrar al hombre que promete destruirlo todo. Una chica de 24 años, diseñadora gráfica sin trabajo que vive en el conurbano, me dijo: “Mi generación no sabe lo que es estar bien. Nunca estuvimos bien. Lo voy a votar porque ya estamos hechos mierda. ¿Cuánto más mierda nos puede hacer?”. El domingo por la noche, los partidarios de Massa festejaron su performance, impresionante para el ministro de Economía de un país con más del 100% de inflación. Parecían convencidos de haber triunfado. Pero quizás lo único que triunfó fue el miedo.
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