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Las cosas pequeñas para frenar la guerra

Solo atendiendo a la fragilidad humana, sostenía el poeta palestino Mahmud Darwish, puede combatirse la destrucción y la muerte

Algunos de los coches que utilizaron los milicianos de Hamás durante su ataque al kibutz de Beeri, en Israel.
Algunos de los coches que utilizaron los milicianos de Hamás durante su ataque al kibutz de Beeri, en Israel.ATEF SAFADI (EFE)
José Andrés Rojo

Entre los que se revolvieron contra los excesos de la Nakba (desastre) estuvo también un israelí. Le tocó intervenir en una de las muchas incursiones contra los poblados palestinos que fueron sometidos en 1948 a un plan sistemático de destrucción. El 15 de mayo de ese año fue declarado el Estado de Israel. Las matanzas que se produjeron durante aquellos meses para hacer sitio a los que irían llegando forman parte del pasado desgarrador que sigue alimentando viejos odios y cuentas pendientes en esa porción de Oriente Próximo que hoy vuelve a ser escenario del horror. El nombre de aquel soldado era Yizhar Smilansky (1916-2006), pero sus libros los firmó con el seudónimo de S. Yizhar. Fue en Hirbet Hiza. Un pueblo árabe (Minúscula) donde narró en 1949 su desoladora experiencia en aquella misión a la que lo habían enviado para vaciar a tiros un pueblo en el que hasta entonces vivían familias de palestinos. Cuenta allí que una mujer empezó de pronto a dar alaridos y a golpearse el pecho debajo de un sicomoro. Al parecer, cuenta Yizhar, acababa de comprender “que aquello era el punto y final de su hogar y de su mundo, que había caído sobre ellos la oscuridad y ahora se derrumbaban”.

Mahmud Darwish, el gran poeta árabe, nació en 1941 en Birwa, una de las aldeas que fue arrasada por los sionistas en 1948. Un día, le dijeron que tenían que marcharse —”nadie habló de guerra o peligro”— y se fueron andando al Líbano. El hermano pequeño no dejó de llorar durante todo el camino. Lo contó en una entrevista que le hicieron en 2006 que está incluida en El poeta troyano. Conversaciones sobre la poesía (ediciones del oriente y el mediterráneo), un libro que apareció hace unos meses editado y traducido por Luz Gómez. Darwish murió dos años después en Estados Unidos. En esa ocasión habló también de lo que estaba ocurriendo en Gaza. Se acababan de celebrar las elecciones legislativas palestinas y Hamás había ganado por mayoría absoluta. “Es una situación trágica, un ambiente de guerra civil”, dijo. “Lo que sucede entre los partidarios de Fatah y los partidarios de Hamás en Gaza refleja el horizonte sin salida de los palestinos. No hay un Estado palestino, ni un Gobierno palestino, la gente se está peleando por fantasías”.

“Hay un conflicto cultural entre la parte laica de la sociedad, que cree en el multiculturalismo y una patria nacional, y la gente que considera Palestina bajo el prisma exclusivo de la herencia islámica”, comentó también Darwish en aquel momento, y lamentaba que Hamás creyera solo en la democracia para hacerse con el poder. Ahora ese grupo ha ido mucho más lejos tras lanzar el sábado un salvaje ataque terrorista contra Israel que se alimenta de ese rabioso fundamentalismo que solo concibe la destrucción total del enemigo. La brutal reacción de Israel anuncia tiempos aciagos.

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“Intento asociar la imagen de Palestina a la celebración de las cosas pequeñas: la hierba, las piedras, la flor del almendro…”, comentó Darwish en otra entrevista. Solo atendiendo a la fragilidad humana, sostenía, podía combatirse la guerra. “Y los muertos de ambos bandos no caen en la cuenta, hasta que ya es tarde, de que tienen un enemigo común: la muerte”, escribió en un poema de La huella de la mariposa (Pre-Textos). Así es, ojalá alguien lo escuche.


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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
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