_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Carabela

Minúsculas por separado, sin verdadera entidad propia, arrastradas hacia donde el viento sople, con un colorido engañoso que atrae a los incautos, y tóxicas, sobre todo tóxicas, envenenadoras de cuanto se les acerca. Puro sanchismo navegante

Ejemplares de carabela portuguesa recogidos este verano en la bahía de La Concha, en una imagen del Ayuntamiento de San Sebastián.
Ejemplares de carabela portuguesa recogidos este verano en la bahía de La Concha, en una imagen del Ayuntamiento de San Sebastián.
Fernando Savater

Una de las muchas cosas que me fastidian en el impúdico concubinato político promovido por Pedro Sánchez para eternizarse en el poder pese a tener menos votos que la oposición es el remoquete de “Gobierno Frankenstein” que habitualmente se le dedica. En su origen, ese apodo se refiere a la combinación de elementos aparentemente incompatibles que acaban formando un monstruo repulsivo... ¡Pero vivo! En tal sentido no está mal traído, aunque subleva a quienes sentimos ya no simpatía, sino auténtico afecto por la criatura artificial. En las películas, la humanidad terrible y lastimosa del gran Boris Karloff le hace merecer nuestra empatía, aunque también nos repela. Y en la novela de Mary Shelley nos conquista, con una sola frase, su respuesta a los reproches del doctor descontento con su conducta: “soy malo porque soy desgraciado”. Para aprender moral, hay que empezar por escuchar al monstruo. Sin embargo, oyendo a Sánchez y su patulea sólo se aprenden inmoralidades.

Hace unos días mi amiga Maite Pagaza me señaló una semejanza más soportable para categorizar al sanchismo. Me dijo que funciona como una carabela portuguesa. Este invertebrado marino (Physalia physalis) es una falsa medusa, un conglomerado de organismos viscosos que se unen indisolublemente para sobrevivir, bajo una vela común por la que el viento les hace navegar. Pero no sólo comparten arboladura, sino también unos finos tentáculos, que pueden llegar a medir hasta 50 metros, y con los que descargan el veneno que aleja a cuanto creen amenazador. Este verano esas carabelas nos han amargado días de baño en La Concha y Ondarreta. Todo encaja: minúsculas por separado, sin verdadera entidad propia, arrastradas hacia donde el viento sople, con un colorido engañoso que atrae a los incautos, y tóxicas, sobre todo tóxicas, envenenadoras de cuanto se les acerca. Puro sanchismo navegante, no me lo nieguen.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_