Vuelve la antipolítica a EE UU
La extrema división en la derecha paraliza Washington y anticipa un año perdido para Biden
La vuelta a la actividad parlamentaria en Washington ha confirmado en los primeros días que el Partido Republicano está sumido en una batalla interna que, de no resolverse a favor de quienes mantienen un mínimo de cordura, podría llevar de nuevo al abismo a la democracia estadounidense. El sector trumpista del partido ha planteado en la Cámara de Representantes una investigación preliminar para un posible impeachment del presidente Joe Biden. La iniciativa cuenta con el beneplácito del presidente de la Cámara, el republicano Kevin McCarthy, que hace esa concesión al trumpismo a cambio de apoyo para una negociación, esta sí, trascendental: la aprobación del techo de gasto que permita evitar un cierre del Gobierno federal a finales de este mes.
La investigación para el impeachment es una perversión de un procedimiento legislativo hasta ahora solemne para contentar a un solo espectador. Desde su mansión de Florida, Donald Trump exige que se inflija a Biden el mismo trato que recibió él de la mayoría demócrata, que aprobó dos procesos de destitución frenados en el Senado por los republicanos. Los procesos contra Trump tenían como base sus presiones desde la Casa Blanca al presidente de Ucrania para que investigara a Biden, entonces su rival electoral, y por su papel en la insurrección del Capitolio. La causa actual es ridícula en comparación: el trumpismo quiere investigar si Biden conoció o participó de los negocios supuestamente turbios de su hijo Hunter, sin una sola prueba. Es la primera vez que se propone un impeachment de manera prospectiva, sin evidencias, y también el primero por actos cometidos fuera de la presidencia. Afortunadamente, un puñado de republicanos en la Cámara y en el Senado está en contra de la iniciativa de la minoría populista.
En paralelo, esa misma minoría amenaza con oponerse a aprobar el techo de gasto del Gobierno, lo que puede llevar a su parálisis a final de mes. Las cifras fueron pactadas por McCarthy y Biden el pasado junio a cambio de evitar la suspensión de pagos de EE UU, pero el trumpismo lo considera una traición y quiere mayores recortes. La ley puede salir con votos de dos partidos, pero McCarthy se arriesga en ese caso a perder la presidencia de la Cámara a manos de su propio grupo parlamentario. El líder demócrata, Hakeem Jeffries, ha hablado de “guerra civil republicana”.
La mayoría republicana en la Cámara ha supuesto de facto el fin de la presidencia de Biden en el aspecto legislativo. En los 14 meses que le quedan, el presidente tendrá que centrarse en la agenda internacional, algo que ya está haciendo, y en esperar que de aquí a las elecciones los votantes noten los efectos de avances para la clase media como la Ley de Reducción de la Inflación, las masivas ayudas directas por la pandemia y la histórica inversión en infraestructuras.
En esta situación, McCarthy, presidente de la Cámara desde enero, emerge como figura trágica. El republicano de California llegó al cargo gracias a un pacto con el diablo: él contribuyó a rehabilitar a Trump tras la sublevación del Capitolio para no perder a su base de votantes. Ahora se ve, irónicamente, devorado por el trumpismo. La rebelión, sin embargo, no tiene que ver con él. El objetivo de la antipolítica es hacer descarrilar todo el sistema y cualquiera que intente hacer política es un estorbo. Jugar con los ultras tiene un precio.
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