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Columna
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‘Afouteza de cen anos’

El 23 de agosto el Celta de Vigo cumple cien años. Y aunque podría vivir sin él (o sin Vigo o sin mi familia), ‘non o quero probar’

Celta de Vigo
Aficionados del Celta de Vigo en la grada del estadio.Carl Recine (Reuters)
Pilar Mera

A los 14 años hice el Camino de Santiago con mi padre y sus amigos. Con mi madre de coche escoba y muchas caras familiares y amistosas. Aprovechando un puente de San José para recorrer los kilómetros necesarios del Camino Portugués para conseguir la Compostella, el certificado que acreditaba nuestra condición de peregrinos caminantes que llegaron a la meta. Un Día del Padre un poco diferente. Todavía recuerdo una recta eterna llegando a Valga un sábado al mediodía. La falta de aire, el desánimo, una ampolla que mordía con fuego mi pie izquierdo y el “¡Vamos! ¡Que estamos ahí!” alentador de mi padre. Y ahí estuvimos. Agotados, doloridos y orgullosos, entrando en la Plaza del Obradoiro. Sólo mi padre, su amigo Pedro y yo hicimos todas las etapas completas. Como recuerdo, me regaló un colgante de conchita peregrina y un pin del Celta que me pinchó, solemne, en la chaqueta del chándal. Al día siguiente me daba pena dejarlo atrás, así que me lo puse en la chaqueta azul del cole. Y al día siguiente. Y al otro. En otra chaqueta. Otro jersey. Otra camiseta. Cuando me di cuenta, lo ponía cada día. Y aquí sigue. Un escudo no meu peito.

Escucho el himno del centenario del Celta de C. Tangana y me sonrío. Es como si lo hubiera compuesto para mí, celebrando mi historia celeste. Porque mi historia es la suya y la de miles de celtistas. Una historia familiar, de padres y madres, contagiando entusiasmo, transmitiendo un legado de energía, paciencia rezongona, capacidad para aguantar desastres y combatir el desánimo, esperanza infinita, alegría explosiva. Porque nos gusta jugar en Primera, pero conocemos las dificultades de Segunda. Sabemos que se puede caer en lo fácil y bordar lo imposible. Perder finales de Copa y golear al Benfica o la Juventus en la UEFA. Jugar la Champions y bajar de categoría el mismo año. Volver a subir y volver a Europa. Ganar, acariciar un nuevo sueño, complicarnos la vida y salvarnos el último día. Llorar, superar baches y disfrutar cada alegría. ¿No debería ser así la vida? Na ledicia son celeste, celtista no padecer.

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El 23 de agosto, dentro de cinco días, el Celta de Vigo cumple cien años. Y aunque podría vivir sin él (o sin Vigo o sin mi familia), non o quero probar. Porque la vida es más cálida y divertida cuando tienes con quien cantar y bailar, quien te arrope, te empuje y te enseñe el significado de la palabra afouteza. A quien arropar, empujar, enseñar…

Para los próximos cien años me pido momentos así para todos, contagiar optimismo y paciencia a las miudiñas que ya van a Balaídos y a quienes vengan detrás. Y que por fin haya equipo femenino, que ya es hora. ¡Felicidades, celtistas!

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