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Columna
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Ellas rojas, ellos azules

La soterrada guerra civil que se dio el 23-J no fue la de la España remota de hace 90 años, entre hermanos de izquierdas y de derechas, sino la de la Europa actual, entre hermanos y hermanas

Papeletas electorales del 23-J en un colegio de Bilbao.
Papeletas electorales del 23-J en un colegio de Bilbao.LUIS TEJIDO (EFE)
Víctor Lapuente

Si en España sólo votaran los hombres, el 23-J la derecha hubiera sacado mayoría absoluta. Si sólo votaran las mujeres, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz gobernarían con comodidad. Pues, como ha calculado Metroscopia, entre las mujeres el voto a los partidos de izquierda ha superado a los de la derecha en más de 1,1 millones mientras la ventaja de la derecha sobre la izquierda entre los hombres ha sido de cerca de 1,5 millones.

La divergencia política de género es abismal y eclipsa otras explicaciones de los sorprendentes resultados electorales. La interpretación habitual es la revuelta de la España plural. En contraste con el Madrid encerrado en la burbuja mediática del antisanchismo, la España periférica se alza contra un posible gobierno con Vox. Una reedición pacífica, con balas de papel y no de metal, del “No pasarán” de 1936.

Pero la soterrada guerra civil que se dio el 23-J no fue la de la España remota de hace 90 años, entre hermanos de izquierdas y de derechas, sino la de la Europa actual, entre hermanos y hermanas. O, para ser precisos, entre las muchas españolas y bastantes españoles que abrazan la incorporación plena de la mujer en la sociedad y los muchos españoles y bastantes españolas que sienten resentimiento hacia ese cambio.

Es uno de los hallazgos empíricos más sólidos sobre quién vota a la derecha populista. Sus líderes buscan el apoyo de varones de edad media y clase trabajadora que sienten “privación nostálgica”: la idea de que antes gozaban de un mayor estatus social y unos trabajos respetables en la industria manufacturera, mientras ahora padecen una creciente inseguridad económica y un decreciente prestigio social. En lugar de ser contrarrestado con datos objetivos, este rencor es alimentado por medios y políticos que ven en el cabreo del hombre herido una inmensa oportunidad de negocio, tanto de audiencias como de votos.

Los estudios no indican que los hombres (sin educación universitaria, pero quizás el resto lo padecemos también) perciban que su estatus social está por debajo del de las mujeres. Es simplemente que, mientras en los años 80 las mujeres tenían un estatus social subjetivo muy inferior al de los hombres con su misma formación, hoy esa diferencia se ha reducido. Somos menos desiguales y, a algunos machos, les duele.

De eso vive Vox. Y de eso muere la derecha liberal. @VictorLapuente


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