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Columna
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La guerra fría latinoamericana

Las posiciones en torno al conflicto de Ucrania ofrecen una fotografía fiel de los equilibrios de la región y de sus notables diferencias entre formas de entender el mundo

Guerra en Ucrania
El presidente de Argentina, Alberto Fernández; el primer ministro de San Vicente y Granadinas, Ralph Gonsalves, y los presidentes del Consejo Europeo, Charles Michel, y de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el pasado martes en Bruselas.OLIVIER MATTHYS (EFE)
Francesco Manetto

Los líderes de América Latina viajaron la semana pasada a Bruselas con una serie de planteamientos económicos y reflexiones geopolíticas que apuntalaban una de las urgencias de la cumbre conjunta con la Unión Europea, esto es, el cierre de un acuerdo sobre Mercosur. Sin embargo, las prioridades de la agenda internacional se acabaron imponiendo y la discusión sobre la invasión de Rusia en Ucrania ofreció la fotografía más fiel de los equilibrios de la región y, más en general, mostró unas notables diferencias entre formas de entender el mundo. Una suerte de guerra fría latinoamericana que ha reflotado en los últimos días y ha dominado buena parte de las conversaciones tuiteras.

Una viñeta de Cláudio Hebdô publicada en el diario brasileño Folha de São Paulo y ampliamente reproducida en redes representaba al presidente de Chile, el progresista Gabriel Boric, sosteniendo un cartel en defensa de la democracia y el derecho internacional. Frente a él, Luiz Inácio Lula da Silva con el ceño fruncido y los brazos en jarras. Un poco más allá, Nicolás Maduro y Daniel Ortega sujetan otro cartel con su proclama más obvia, “abajo el imperialismo norteamericano”. Y a la derecha, se cuela Vladímir Putin con su propaganda: “Viva el imperio ruso”. Y es que todo sucedió más o menos así, evidenciando por un lado la capacidad de resistencia, en la izquierda latinoamericana, de una visión anclada en la dicotomía entre Washington y Moscú y por otro la posibilidad de regeneración en nombre de la coherencia y de los derechos humanos.

La condena de la guerra en Ucrania pactada por el cónclave entre la UE y la Celac con la única oposición de Nicaragua fue tibia y fruto de un complejo encaje de bolillos. Era previsible, pues la invasión de Putin es un asunto que en el seno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños aleja incluso a las sensibilidades que se encuadran, de entrada, en el mismo espectro ideológico. Boric se dirigió al pleno para animar a ir más allá de las filias y fobias. Es decir, según su argumento da igual que el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, caiga bien o caiga mal. Es una cuestión de principios, en definitiva. “Estimados colegas, hoy día es Ucrania pero mañana podría ser cualquiera de nosotros”, enfatizó el líder del Frente Amplio chileno, que siempre ha sido muy firme contra las violaciones de los derechos humanos en Venezuela o en Nicaragua y que por ello ha tenido que lidiar también con los sectores más intransigentes de su coalición.

Entre todas las respuestas dirigidas a Boric, a menudo movidas por la simple inquina y la retórica antiestadounidense, hubo una especialmente significativa. Un dardo en toda regla. Lo lanzó el propio Lula, quien atribuyó esos reclamos frente a Rusia a la juventud y la ansiedad del político. Quizá el mandatario brasileño quería hacer referencia a la realpolitik y a la experiencia para moverse en las azarosas aguas de la diplomacia internacional. El discurso del colombiano Gustavo Petro, el primer presidente de izquierdas del país andino, también se distanció de la posición, o al menos del tono, de Boric, pero hizo un aparente esfuerzo de equidistancia. “Indudablemente, existe una invasión imperial o imperialista sobre Ucrania, pero ¿cómo se llama la que hubo en Irak, o en Libia, o en Siria?”, preguntó. “¿Por qué esta tiene esa reacción y las anteriores de este siglo no?”, incidió.

Otro representante del eje progresista latinoamericano, el argentino Alberto Fernández, no fue tan lejos porque sí habló de condena a la guerra de Putin. Sin embargo, tampoco se alineó con Boric, que recibió el aplauso de los sectores moderados y que pese a su posición sobre Ucrania no aplacó los ataques furibundos de la extrema derecha chilena, que aún no ha digerido la victoria de la izquierda en el país sudamericano.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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