_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mortadelo, Ibáñez y mi abuela

Hay gente que ha hecho mucho mal a sus semejantes y gente que les ha hecho mucho bien. Francisco Ibáñez fue de estos últimos. Mi aplauso y mi gratitud al genio.

Francisco Ibañez, creador de Mortadelo y Filemón.
Francisco Ibañez, creador de Mortadelo y Filemón.TONI ALBIR (EFE)

Al principio fue el tebeo. Estaban allí, en abundancia, y eran económicos. Asociados a la infancia y el humor, las autoridades educativas del régimen no parece que reparasen en la mirada crítica con la realidad de la época a que inducían algunas de aquellas publicaciones en apariencia inofensivas. Se ha querido pintar el franquismo como un páramo cultural, negando así el desempeño del mucho talento que había, bien que sometido a condiciones de censura y represión. ¿A cuántos niños el tebeo los avezó a esa actividad silenciosa y solitaria que es la lectura? Hubo quienes empezaron por Salgari o por Enid Blyton, lo cual está muy bien. De algún puerto hay que zarpar. Otros llegamos al Capitán Trueno, a Mortadelo y Filemón, a Zipi y Zape, antes que al Mío Cid o a Lázaro de Tormes, impuestos en el colegio. Yo tenía una abuela originaria de Asteasu, pequeño pueblo del corazón de Guipúzcoa. Me daba un duro si la visitaba. “Vienes sólo por el duro”, me reñía. Y yo le daba la razón. Lo que ella nunca supo es que de su casa yo iba derecho a la papelería del barrio a comprarme con su duro el tebeo de la semana. También fue esa abuela severa la que me regaló mi primer tablero de ajedrez. Hay personas de nuestro entorno que, sin pretenderlo, dejan en nosotros una huella duradera. Evoco a mi abuela en relación con las viñetas de Francisco Ibáñez, fallecido el sábado pasado a los 87 años. Se ha dicho con acierto que sus inolvidables figuras son antihéroes. Sus historietas pasan, ¿dónde?, aquí, en nuestras calles y nuestras casas, y son de una violencia extraordinaria que no deja muertos, aunque sí chamuscados y maltrechos que siempre se recuperan. Son como nosotros: defectuosos, quizá un punto chapuceros, humanos. Hay gente que ha hecho mucho mal a sus semejantes y gente que les ha hecho mucho bien. Francisco Ibáñez fue de estos últimos. Mi aplauso y mi gratitud al genio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_