Sánchez desquicia a los forofos
De un tiempo a esta parte, algunos periodistas han aceptado con armas y bagajes los discursos más extremos
Hay una escena ya mítica del cine italiano en la que Nanni Moretti, director y actor principal de Aprile, ve en la televisión un debate electoral en el que participan Silvio Berlusconi y Massimo D’Alema, entonces líder de la izquierda. Berlusconi lanza una de sus largas peroratas mientras D’Alema escucha en silencio. La desesperación del personaje que encarna Moretti va en aumento, hasta el punto de que, desde el salón de su propia casa, empieza a hablarle al televisor.
—D’Alema reacciona, di algo de izquierdas. ¡Di algo, D’Alema, aunque no sea de izquierdas!
A tenor del eco que ha tenido la entrevista de Pablo Motos a Pedro Sánchez, la noche del martes sucedió algo parecido en muchas casas españolas, sobre todo en las de quienes esperaban que el presentador de El Hormiguero pusiera contra las cuerdas al presidente del Gobierno, quien en los últimos días —según el público más o menos moderado (si esa palabra sigue vigente en el diccionario de la RAE)— venía saliendo airoso de su gira por los medios de comunicación. El caso es que no pasaron muchos minutos de entrevista y aquellos que tienen a Sánchez entre ceja y ceja empezaron a ponerse nerviosos. Si hubiese sido en los tiempos de Aprile —la película se estrenó en 1998—, el personal la habría tomado con el televisor, pero ahora lo que se lleva es Twitter, que es menos cómico y más peligroso, sobre todo al día siguiente.
No hace falta a estas alturas recordar lo que sucedió en el plató, pero tal vez sí unos segundos de la entrevista, aquellos en los que Motos escucha la pregunta retórica de Sánchez —”¿qué es mentir?”— y trata de ensayar una respuesta, pero Sánchez le dice “déjeme seguir” y engarza a continuación una respuesta de un minuto justo en la que mete en danza a Adolfo Suárez a cuenta de la legalización del PCE y a Felipe González con la entrada de España en la OTAN, para después rematar sin haber dejado de mirar ni un segundo al presentador:
—Mentir para mí es saber el 11 de marzo que quien está detrás no es ETA y decir poco menos que los autores del mayor atentado que ha sufrido España no estaban en montañas lejanas. Eso es mentir.
Y es entonces cuando Pablo Motos, cautivo y desarmado, responde: “No puedo estar más de acuerdo con usted. Eso fue horrible”. Un atronador aplauso ocupa todo el plató de Antena 3 y se reproduce en casi tres millones de hogares. En 1998 no se hubiese sabido cuántos celebraron las palabras del líder del PSOE ni cuántos otros le tiraron en ese momento una alpargata al televisor, pero ahora sí se sabe hasta el minuto y el segundo en el que alguien trata de enjugar su frustración insultando al presidente y, ya de paso, poniendo como los trapos al presentador que no supo ajustarle las cuentas.
Hay dos momentos claves de la entrevista a Pedro Sánchez en El Hormiguero: cuando Pablo Motos le da la razón, cuando dice, como en este vídeo, que está de acuerdo con él. Es clave porque, probablemente, esa haya sido la reacción de mucha gente que tiene endemoniado a Sánchez. https://t.co/yy8WWvYpaQ
— Alberto Castellano (@albercastellano) June 27, 2023
Una mala noche —me refiero a la del televidente— la tiene cualquiera, lo malo es que se entere toda España. Sobre todo, si ese televidente no es un profesional de la política que se debe a sus colores, ni el anónimo vecino del 4ºA, sino un periodista o un analista político. De un tiempo a esta parte —tal vez desde el mismo momento en que los periodistas aceptaron que ciertas tertulias televisivas los colocaran a derecha e izquierda del plató para dejarle claro al espectador de qué pie cojeaba cada uno antes incluso de que abriera la boca—, algunos han aceptado con armas y bagajes los discursos más extremos, sin importarles en algunos casos —los más lastimosos— inmolar su hoja de servicios, el trabajo de muchos años, en la cruzada contra Sánchez.
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