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Columna
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En busca del hombre blanco

Los políticos de los grandes partidos, movidos por un afán electoral, se están dejando arrastrar por una narrativa tan sencilla como falsa: que los trabajadores se pasan en masa a la extrema derecha por los “excesos” de la izquierda progre y urbanita

Partido Popular Alberto Nuñez Feijoo
El presidente del Partido Popular, Alberto Nuñez Feijóo, durante un acto en Salamanca.
Víctor Lapuente

En Occidente, las elecciones cada vez se parecen más a El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, o a su versión cinematográfica, Apocalypse Now. Como su atribulado protagonista, Marlow, los políticos se lanzan, llevados por un falso mito, a una peligrosa travesía en búsqueda del Hombre Blanco Enfadado. Los políticos norteamericanos remontan el Misisipi, y los españoles el Guadalquivir, para encontrar al malhumorado Marlon Brando de Arkansas o de La Mancha. En su odisea por la naturaleza salvaje, sufren mil infortunios y se enfangan en declaraciones desafortunadas, como el “divorcio duro” que, según Feijóo habría sufrido el líder de Vox en Valencia, Carlos Flores. O como el “tengo amigos (de entre 40 y 50 años) que se han sentido incómodos” de Sánchez en relación con los discursos del Ministerio de Igualdad.

Obviamente, se puede criticar la labor, legislativa y pedagógica, de Podemos. Se puede hipotetizar que los derechos sociales se expanden mejor con la clásica actitud integradora del socialismo español, de Pedro Zerolo a Carmen Calvo, que con la de confrontación de Irene Montero y Ángela Rodríguez Pam. Las encuestas van en esa dirección. La población española hizo el viaje más increíble de la historia de occidente, pasando de un conservadurismo rancio a uno de los mayores liberalismos del mundo. Pero nos hemos estancado y, en especial entre algunos jóvenes, parece resurgir un machismo siniestro. El principal culpable es Vox, pero ¿no estaremos los demás también haciendo algo mal?

Los políticos de los grandes partidos, movidos por un afán electoral, se están dejando arrastrar por una narrativa tan sencilla como falsa: que los trabajadores (manuales y maduros) se pasan en masa a la extrema derecha por los “excesos” de la izquierda progre y urbanita. Que, viendo el ascenso social de las mujeres, muchos varones “perdedores” de la España industrial y rural, votantes tradicionales de la izquierda, huyen a la derecha populista. Pero, como señala el investigador Tarik Abou-Chadi, los partidos ultra apenas se alimentan de exvotantes socialdemócratas o liberales moderados.

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Y, si los políticos se lo creen, como parecen indicar las declaraciones de Feijóo o Sánchez, y sacan el tema de la confrontación de los sexos (aunque sea para negarla), solo hay un ganador: la extrema derecha. Así mueren los Marlows. Y las democracias.

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