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ANATOMIA DE TWITTER
Columna
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Mientras vivas, escribe

Manuel Vicent tiene un hueco en la casa de muchos lectores porque antes se lo han hecho en el corazón

El escritor y premio Nobel Gabriel García Márquez y el director de cine Constantin Costa-Gavras  conversan el periodista de EL PAÍS Mauricio Vicent, en el Taller de Guiones, seminario sobre el guión cinematográfico, en San Antonio de los Baños (Cuba).
El escritor y premio Nobel Gabriel García Márquez y el director de cine Constantin Costa-Gavras conversan el periodista de EL PAÍS Mauricio Vicent, en el Taller de Guiones, seminario sobre el guión cinematográfico, en San Antonio de los Baños (Cuba).
Nuria Labari

“Leer la columna de Manuel Vicent cada domingo es uno de esos placeres que me concedo y me obligo a gozar. Compro el periódico solo por él, para qué engañarnos. (…) La despedida de Vicent ya forma parte de uno de mis textos favoritos escrito por un autor que para mí es inmortal. Como lo es su hijo para él”, escribía la escritora y librera Laura Riñón Sierra en su cuenta de Instagram. Y el escritor Jacobo Bergareche respondía, entre muchos comentarios: “Yo empecé a escribir leyendo esa columna”.

Algunos periodistas y comunicadores se convierten en una presencia sistemática (diaria o semanal) en nuestras vidas y con ellos hacemos crecer nuestro hogar. Forman parte de nuestra familia elegida y no solo de nuestras filias o fobias periodísticas o ideológicas, porque con ellos intercambiamos sentimientos. El periodismo debe informar con veracidad e inteligencia (a ser posible humana) pero encuentra su sentido más profundo cuando es capaz de construir eso que llamamos comunidad, sociedad o, sencillamente, casa. La mera acumulación de hechos objetivos no es capaz de construir un espacio de convivencia y de sentido. En cambio, Manuel Vicent tiene un hueco en la casa de muchos lectores porque antes se lo han hecho en el corazón. Y el corazón es, después de todo, la casa que habitamos, hipoteca incluida.

Esa clase de creadores, además de hacerse un sitio en nuestras vidas, amplían nuestra mirada, nos acompañan y por supuesto nos consuelan. Y a la vez, llegado el momento, nosotros (compañeros de viaje y de vida) les consolamos, porque también a nosotros nos duele lo que a ellos y ellas les duele y nos alegra lo que les alegra. Necesitamos el consuelo, es decir, la proximidad de los otros porque a nuestro alrededor todo es demasiado grande y todo hace demasiado daño. Como la muerte de Mauricio. Como todas las muertes que tenemos que soportar cada día cuando nos asomamos a la vida. O al periódico. Sería imposible leer la prensa si ésta no fuera capaz de sembrar un sentimiento de consuelo y cercanía.

La cercanía (esa raíz de amar, estar junto) nos restaña del amor perdido y del amor que ya no podemos dar al recibir el de aquellos que nos rodean, a los que necesitamos, igual que ellos nos necesitarán en algún momento. Y esa cercanía, esa voluntad de estar junto a los otros y de entendernos con quienes nos rodean es una tela invisible que se ha ido tejiendo, domingo a domingo, entre Manuel Vicent y sus lectores. Por fortuna, hay muchos más hilos tejiendo ese inmenso e invisible tapiz, pero el texto de Vicent me ha resultado especialmente conmovedor por la reacción generalizada en redes cargada, a su vez, de consuelo.

Twitter se inundó de fotografías de su columna —fotos del viejo periódico de papel, que en este caso aportaba una calidez que la url no posee—, pero también de enlaces y entrecomillados. Y así su texto consiguió lo imposible: enmudecer a Twitter. Nadie quería añadir o quitar nada, pero cientos quisieron acompañar a Manuel (y acompañarnos entre todos) en el sentimiento de pérdida. Y así es como la red se cubrió de un manto de mensajes que van más allá de la reacción a un texto conmovedor, por cuanto forman parte de una comprensión profunda entre los lectores, el autor del texto y ese espacio invisible, cargado de intimidad, que se crea entre ambos y que llamamos periódico. Al final, en el río de mensajes escritos desde el respetuoso silencio, podía leerse este mensaje: “Mientras vivas, escribe”.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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