_
_
_
_
Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Podemos Sumar ¿y multiplicar?

Las redes bromean con la incapacidad mostrada por los partidos de izquierdas de aunar el voto bajo unas siglas comunes

Ione Belarra Podemos
La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, anuncia que la formación trabaja con Sumar para acudir unidos a las elecciones generales, en la sede del partido el lunes.SERGIO PÉREZ (EFE)
Nuria Labari

“Todos estamos de acuerdo en que Podemos y Sumar tienen que ir juntos a las elecciones”, declara Pablo Iglesias, iluminado por el desastre electoral. “Propongo que el nombre de la nueva coalición sea Izquierda Unida, por cerrar el círculo”, responde en Twitter Kim Jong-un. Y no, no es la cuenta del dictador comentando el último descubrimiento de Iglesias sino la de @norcoreano, el tuitero anónimo que roza el millón de seguidores gracias a sus chistes políticos. Se define así: “Líder Supremo de la Corea buena, la del Norte, la fetén. Soy de los que se apuntan a un bombardeo”. Y después del “bombazo” electoral es el primer análisis que me hace sonreír de cuantos voy leyendo.

Y la cosa mejora: “Yo no descartaría que en un alarde de imaginación se acabara llamando Podemos Sumar”, sugiere @LBsqueda3 en los comentarios. “Izquierdas Unidas Podemos Sumar Más País”, es la propuesta de @Wathne_X. “Podemos + Sumar = Sumaremos”, defiende @piloco22. “Izquierdita reunida” ataja @Nanoniaano en una broma que pretende ser también un poco insulto. Y el mejor de todos, el de @WillyDP07: “Sumar Podemos, pero no sabemos”. Este es, sin duda, el que mejor resume el fracaso de la izquierda española, que es al mismo tiempo su pecado. No hacer lo que puede (y debe) para garantizar un Gobierno de izquierdas.

Después del batacazo, urge preguntarse dos cosas, y no precisamente en broma: ¿por qué Podemos y Sumar no fueron capaces de crear un nombre común? y ¿qué pasará cuando por fin lo tengan? Lo de que se hayan presentado por separado a las elecciones habla del fracaso del proyecto de izquierdas. Y, desgraciadamente, no es un problema de marketing o naming sino de profundo calado político. Es como si más que una idea de país, hubiera un montón de siglas trabajando por diferenciarse unas de otras en vez de aunar fuerzas al servicio de un proyecto político. Un esfuerzo, el que emplea la izquierda española en diferenciarse de sí misma, que hace que los electores terminen sospechando que no tienen nada que decir, como si no hubiera más diferencias que el deseo de poder. Se trata del narcisismo de las pequeñas diferencias, ese que nos hace sentir únicos y distintos cuando, en realidad, proyecta una desoladora falta de identidad. El capitalismo usa este sentimiento para engatusarnos un poco cada día. Como cuando vamos a Starbucks y pagamos tres o cuatro veces por un café cuya promesa no es su sabor, sino hacernos sentir diferentes. ¿Cómo lo quiere? ¿Con o sin azúcar? ¿Podemos o Unidas Podemos? ¿Grande o mediano? ¿Sumar o Izquierda Unida? ¿Macchiato o Frappuccino? ¿Unidas Podemos o Más Madrid?

Cuando los líderes y lideresas de la izquierda se preocupan más de que su nombre aparezca escrito en su vaso de café —como ocurre en Starbucks cuando por fin nos sirven el brebaje identitario por el que suspiramos— en vez de repartir mejor el que haya entre todos, no son conscientes de la pobreza intelectual y el arribismo que proyectan sobre las ideas que presuntamente defienden. Es como si Vox tuviera una idea clara de España: racista, machista y neoliberal pero bien definida, mientras que la izquierda no es capaz de comunicar de forma sencilla y directa lo que quiere para la mayoría. Menos mal que el líder supremo se ha iluminado (me refiero a Iglesias y no a Kim Jong-un) y ha visto por fin la luz de la unión. El problema es que ahora va a dar igual unirse que separarse, porque es evidente que se unen por miedo a desaparecer, es decir, por miedo a perder el poder.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_