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ANATOMÍA DE TWITTER
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Me cargué el planeta por amor, señoría

Shakira aterrizó su avión para darle un beso a Piqué mientras nosotros mirábamos en Google en qué contenedor va la lata de atún

Shakira with her children at JFK Airport, in New York City
La cantante Shakira, junto a sus hijos en el aeropuerto JFK, en Nueva York.MEGa (GC Images / getty)
Jaime Rubio Hancock

En la lucha contra el cambio climático, las acciones individuales también son importantes, aunque nos puedan parecer minúsculas. Reciclar los envases, usar el transporte público, comprar bombillas de bajo consumo... Todo ayuda. Todo ayuda a contrarrestar los efectos del cambio climático y, sobre todo, las consecuencias que tuvo en el medio ambiente el amor que sentía Shakira por Piqué.

Este viernes, EL PAÍS publicaba los extractos más interesantes de la declaración judicial de la cantante colombiana, que se enfrenta a los tribunales por un supuesto fraude fiscal de 14,5 millones de euros. Una de las frases más comentadas en Twitter fue justo la del titular: “Sobrevolábamos Barcelona y le pedí al piloto del avión si podía aterrizar brevemente solo para darle un beso a Gerard. Es lo más romántico que he hecho en mi vida. No sé si la Agencia [Tributaria] me lo habrá computado como un día en España”.

En Twitter muchos recordaban, con una indignación justificada, cómo se supone que debemos ducharnos rápido, consumir menos carne o llevar nuestra bolsa al súper para evitar el colapso climático en las próximas décadas, para que luego cualquier millonario se suba a su avión privado cuando le apetece tomarse un café. Encima y en este caso, se trata de una millonaria acusada de no pagar los impuestos que le tocan. Con razón había tuiteros que reclamaban orcas voladoras, en referencia a las que han atacado yates y que se han convertido en un símbolo no tan irónico de la lucha de clases.

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La ira hacia los jets privados, con chistes sobre guillotinas incluidos, no es nueva, claro: en septiembre del año pasado, la organización ATTAC señaló que Leo Messi, en ese momento jugador del Paris Saint-Germain (PSG), había emitido supuestamente con su avión personal 1.502 toneladas de CO₂ en un verano, tanto como un francés cualquiera en 150 años de vida. Y en una rueda de prensa, al futbolista Kylian Mbappé se le escapó la risa cuando le preguntaron si estaría dispuesto a ir a los partidos en tren, en lugar de en avión, como si el tren fuera un olvidado medio de transporte de los etruscos.

Hay cuentas en redes que se dedican a rastrear los jets privados de los famosos y organismos públicos. Pero pocas en Twitter: Elon Musk las suspendió en diciembre del año pasado, molesto con lo que consideraba una violación de su intimidad. Estas cuentas sobreviven en otras redes, como Instagram, y al dueño de la plataforma se le escapó alguna, como la que registra los vuelos de los Falcon españoles, que se han convertido en un meme para los tuiteros de derechas (aunque el presidente del gobierno no vuela en todos, claro).

En cualquier caso y como escribía Clemente Álvarez en referencia a la polémica del PSG, “los vuelos privados de los más ricos provocan alrededor de un 0,04% de las emisiones totales”. No parece mucho, pero “son muy pocas las personas que las generan, lo que refleja las enormes desigualdades en la forma de contaminar”. Y, como vemos por las respuestas al gesto romántico de Shakira, estas desigualdades resultan descorazonadoras: ¿no me puedo quedar medio minuto más en la ducha por si a algún millonario le da por subirse al helicóptero y llevarle rosas a su pareja?

Por otro lado, ¿de verdad es romántico aterrizar un avión para dar un beso? No sé muy bien cómo va el asunto, porque yo ni siquiera he viajado en primera, pero eso de estar bebiendo champán a morro y de repente decir “oiga, aterrice un momento, que voy a saludar a un amigo” parece facilísimo. Diría que más sacrificio hacen el piloto y los auxiliares de vuelo que el millonario o millonaria de turno. El verdadero romanticismo es otra cosa, como recordaba un tuit ya clásico: “Si no has cogido un Alsa por amor, ¿realmente has vivido?”.

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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