El plebiscito de Sánchez: o PSOE o barbarie
El líder del Ejecutivo necesita correr a las urnas para darle a la izquierda un último revulsivo que la saque del desencanto de este 28-M
Pedro Sánchez ha convocado algo más que unas elecciones generales. España se arroja a un plebiscito este 23 de julio. El desplome de Podemos, el castigo a ERC en Cataluña, y el escaso fuelle de las marcas auspiciadas por Yolanda Díaz, junto a la pérdida de varias comunidades por parte del PSOE, acusan la debilidad de su Gobierno de coalición. Y es ahí donde Sánchez ve el último órdago para salvar a la izquierda: “O yo, o la España negra del PP con la ultraderecha”. O César o nada.
Y es que el presidente no piensa esperar hasta diciembre, tal que el voto de la derecha se asiente y el clima de opinión sobre un cambio de ciclo conservador cale. Sería demasiado arriesgado. Por eso, Sánchez necesita correr a las urnas para darle a la izquierda un último revulsivo que la saque del desencanto de este 28-M. Solo el miedo a un PP y Vox pujantes, asentados ya en varios gobiernos autonómicos, puede ya sacar del shock al votante progresista, movilizándolo en una batalla decisiva por mantener La Moncloa.
Primero, Sánchez logra apremiar a Podemos y a Yolanda Díaz para que se pongan de acuerdo, sin más peleas estériles. Nadie está para exigir nada. Podemos desaparece de parlamentos clave como Comunidad Valenciana o Madrid, mientras que Ada Colau, Más Madrid o Compromís —marcas amigas de Sumar— caen o se estancan en sus respectivos feudos. El efecto Díaz es cuestionable. Si la izquierda a la izquierda del PSOE no va junta, más votos se perderán en el desastre.
El caso es que la desilusión post 15-M está en el ambiente, con lectura en clave bipartidista. No sería de extrañar que en su plebiscito de verano Sánchez aspire a que muchos ciudadanos regresen al PSOE, cual voto útil, desencantados con el partido morado y semblantes. La forma actual de hacer política en Podemos, señalamientos y dosis de sectarismo, desvanecen aquel entusiasmo de las plazas de 2011. El vuelco de la derecha es lo más parecido a la España anterior a 2015, el año del cambio.
Segundo, Sánchez necesita atajar de raíz una caída mayor de ERC en Cataluña. Los indultos del Gobierno han pacificado a los líderes del independentismo, pero de la “mesa de diálogo” no saldrá un referéndum de autodeterminación. La frustración del fracaso del procés de 2017 se hace notar en la calle, castigando al partido de Oriol Junqueras. El presidente necesita aprovechar el tirón del PSC en las municipales, de inmediato.
Tercero, Sánchez ataja cualquier contestación interna en Ferraz sobre su candidatura como presidente. No sería de extrañar que muchos barones empezaran a señalar a esa amalgama de podemitas y “plurinacionales”, que no le permitieron fraguar en 2016, como un lastre. Existe la percepción de que si el tándem Feijóo-Vox es fuerte en muchos lugares de España es también por reacción a esa otra España.
El Sánchez de la moción de censura de 2018 se la vuelve a jugar a PSOE o barbarie. La diferencia es que esta vez podría ser la última, y eso, en La Moncloa, seguro que lo saben.
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