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Columna
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China, el G-7 y la rana

Pekín vuelve al mensaje de que Occidente es soberbio por excluir a uno de los actores con más peso en el mundo

Zelenski en el G7
Los líderes del G-7, durante un almuerzo de trabajo celebrado en Hiroshima, Japón.Stefan Rousseau (AP)
Ana Fuentes

Tiene todo el sentido que Pekín diga que la última cumbre del G-7 ha salido mal. A China no la invitaron a Hiroshima, pero no pararon de mencionarla. En el comunicado oficial aparece nada menos que 20 veces (en 2022 fueron 14). A continuación, como era de esperar, el Gobierno chino colocó su relato a través de sus medios oficiales: Un fracaso tituló el diario China Daily, que se edita en inglés precisamente para que se entienda en el extranjero. El Partido Comunista fue más lejos en redes a través de la portavoz de Exteriores, que suele ser muy dura con Occidente. En este caso, Hua Chunying puso en Twitter un dibujo de una rana dentro de un pozo que se pregunta si el G-7 equivale a todo el mundo. Los chinos usan el refrán “una rana en un pozo no puede concebir el océano” para describir a la gente ignorante y testaruda. La referencia viene de una fábula del filósofo Zhuangzi en la que esa rana se siente muy orgullosa de su situación hasta que una tortuga le describe el exterior y ella no es capaz de entenderlo. Llevado a la política internacional, Pekín vuelve al mensaje de que Occidente es soberbio por excluir a uno de los actores con más peso en el mundo.

De nuevo, China está aplicando una diplomacia más activa y agresiva. Los wolf warriors, sus representantes públicos menos comedidos, ya no evitan la confrontación. El nuevo embajador chino en Estados Unidos, por ejemplo, ha pedido a sus compatriotas allí que “apoyen al Partido Comunista chino” y “cuenten bien la historia de China”, una de las líneas argumentales del presidente Xi Jinping. Parece que quedan lejos las giras de Xi y otros miembros de su Gobierno en los últimos meses en las que los chinos han querido pintarse como mediadores en la guerra de Ucrania. Tanto Europa como Estados Unidos han entendido que, al menos de momento, esa vía no está prosperando.

En el G-7, a pesar de los desacuerdos que mantienen, las siete democracias más desarrolladas del mundo han vuelto a hablar de cómo reajustar su relación con China. Ya no hablan de desacoplarse de Pekín (decoupling), algo que no sería realista con lo entrelazados que están unos mercados con otros, sino de minimizar los riesgos (derisking) reduciendo la dependencia. Una de las claves es frenar la coerción económica de China. Es decir, encontrar la manera de impedir que Pekín se aproveche de su músculo para conseguir metas políticas en países que dependen de sus préstamos o sus activos. Para eso, la UE y EE UU van a tener que volcarse en todas esas áreas del mundo en las que han invertido poco, a las que han ninguneado o con las que han salido tarifando. Esto es, evitar parecerse a la rana dentro del pozo. @anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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