¿Por qué no se encontraron Lula y Zelenski?
El presidente brasileño tenía el reto, además de su intento de reconciliar al país dividido por el desgobierno de la extrema derecha, de ofrecerse como protagonista mundial para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania
El presidente brasileño, Lula da Silva, era un invitado especial en la reciente reunión del G7 en Hiroshima, Japón, donde aprovechó para encontrarse con los grandes líderes mundiales. Lo que no esperaba es que allí iba a aterrizar también, de sorpresa, el líder de Ucrania, Volodímir Zelenski.
Es una intriga el por qué Lula y Zelenski no aprovecharon para un encuentro a solas dado el interés que el líder brasileño muestra por ser un intermediario importante en el conflicto de la guerra actual.
Dicho interrogativo ocupa hoy la máxima atención de los principales diarios de Brasil. “Lula no encuentra a Zelenski y se distancia de Europa y de Estados Unidos”, titula el diario O Globo. Y, en general, la prensa subraya que Lula está convencido de que “Ucrania y Rusia aún no están dispuestas a la paz”.
Lo cierto es que Lula ha vuelto de Japón con una cierta desilusión y hasta irritación. No esperaba encontrarse allí con el líder de Ucrania y hubiese querido que los grandes del mundo reunidos en Hiroshima hubiesen estado más interesados en el conflicto bélico que en los asuntos económicos.
Es que es sabido que Lula, al volver a la presidencia, además de su intento de reconciliar al país dividido por el desgobierno de la extrema derecha, tenía el sueño de ofrecerse como protagonista mundial para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania. Algo que además le aseguraría el Nobel de la Paz, una de las grandes metas de su vida.
Según Lula, hay una parte del mundo que quiere la guerra y otra la paz. Y en Japón dejó claro que Occidente no está dispuesto a condenar a Rusia como agresor y querría que Ucrania se rindiera.
El líder brasileño, que pareció irritado por la llegada a sorpresa de Zelenski a la cúpula del G7, sorprendió sobre todo por sus duros ataques a la ONU, que según él ya no juega el papel que le correspondería. Para Lula los miembros de Naciones Unidas siguen realizando guerras no autorizadas. Y fue duro al subrayar que la ONU “no tiene ya autoridad para mantener la paz en el mundo”, ya que son los miembros del Consejo de Seguridad los primeros que hacen la guerra.
Más aún, acusó a la ONU de estar gobernada por representantes de países poco interesados en discutir los temas de la paz porque “son ellos los que producen y venden armas”.
Lo que ha preocupado a no pocos analistas políticos es la posición casi beligerante de Lula en el tema de la guerra que puede acabar alejando a Brasil de Occidente para acercarse a Oriente, China apoyando al mismo tiempo la idea de suplir al dólar por otras monedas, un desafío a Estados Unidos.
En los primeros meses de su Gobierno, Lula ha realizado un récord de viajes internacionales, mientras se le acumulan los problemas domésticos en los que encuentra dificultad para resolver con un Parlamento dominado por los seguidores de Bolsonaro.
Si por una parte el activismo de Lula en la política exterior puede resultar positivo para combatir el ostracismo en el que este país había sufrido en los cuatro años de uno de los peores gobiernos desde la dictadura, por otro empieza a preocupar por miedo a que la extrema derecha pueda aprovechar ese vacío para volver a levantar la cabeza.
Lula pensó que dada su buena acogida a la Presidencia tras el desastre y la parálisis sufridos por el país en los últimos cuatro años que llevó al país al borde de una guerra civil, podría dedicarse más a imponerse como líder mundial pasando a la historia como el gran mediador en el conflicto bélico que aflige al mundo.
Las cosas no le están saliendo como esperaba, así lo prueba el hecho de no haber podido o querido encontrarse con Zelenski en Japón, un tema sobre el que no ha querido extenderse a conversar con la prensa.
Aquí en Brasil se está analizando ese malhumor de Lula frente a las dificultades que está encontrando para colocarse, como sueña, como mediador mundial entre Oriente y Occidente para poner punto final a la guerra en curso.
Lo cierto es que Lula no es de los que se rinden a sus ideas. Lo reveló muy bien durante su año y medio de cárcel, acusado de corrupción. En ese tiempo movió cielo y tierra, dentro y fuera de Brasil y acudió a todos los foros internacionales, incluso con el Papa en su forcejeo por defender su inocencia. Y lo consiguió cuando el Supremo le devolvió la libertad tras haber anulado su condena por falta de pruebas.
¿Cederá esta vez Lula ante las dificultades que está teniendo en convertirse en el árbitro mundial en la guerra entre Rusia y Ucrania o acabará ganando? Que está apostando fuerte lo revelan no solo el desplante que le dio a Zelenski en Japón sino las graves acusaciones lanzadas contra la ONU. Se diría que el líder brasileño va a por todas y ni siquiera disimula su malhumor cuando alguien se le cruza en el camino.
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