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Columna
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Lección

Solo cuando estamos en el terreno de la razón podemos y debemos discutir, qué alivio

Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados durante la moción de censura de Vox.
Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados durante la moción de censura de Vox.J.J. Guillén (EFE)
Fernando Savater

“Eso es muy discutible” oímos decir, de modo derogatorio. Equivale más o menos a “¡que te crees tú eso!”. Sin embargo, la frase encierra un gran elogio. Las estupideces son difícilmente discutibles y está prohibido discutir los dogmas: peor, con la locura, la discusión es imposible. Solo cuando estamos en el terreno de la razón podemos y debemos discutir, qué alivio. Por ejemplo, lo que exponen los nueve distinguidos pensadores sociales que colaboran en España: democracia menguante (editado por el Colegio Libre de Eméritos) merece la pena discutirse largamente, no como las encuestas de Tezanos o los editoriales de los periódicos gubernamentales. Su diagnóstico sobre la deriva a la baja de nuestro país nos propone reflexiones que sería cívicamente suicida desdeñar. Y lo mismo puede decirse, incluso con mayor énfasis, del sugestivo diálogo que a lo largo de más de cuatrocientas sabrosas páginas mantiene el periodista Julio Valdeón con el profesor Félix Ovejero, uno de los más destacados filósofos de la política en la actualidad (La razón en marcha, ed. Alianza). Se trata de una rara avis, un pensador indudablemente de izquierdas, formado en la escuela de Sacristán, con lecturas amplísimas y además catalán, pero adversario feroz y razonado del nacionalismo, así como de la idolatría de las identidades. Todo muy discutible, como debe ser.

Ovejero ha escrito contra la izquierda reaccionaria, que tanto gusta porque es muy sencillita: se denuncia a los curas pederastas, se lanza una diatriba diaria contra Ayuso (esa sí que suma, no Yolanda Díaz) y se maldice a los empresarios despiadados, luego —ya con el alma limpia— traga la xenofobia nacionalista, el separatismo sedicioso, las malversaciones patrióticas, una memoria democrática a medida, el sexo a la carta… Alfonso Reyes imploraba: “quiero latín para las izquierdas”. Menos ambicioso, yo me conformaría con que leyesen a Félix Ovejero.

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