_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Félix Francisco Casanova, escritor con duende

El joven escritor dejó una obra fascinante que continúa significando sin perder un ápice de su hondura, su humor negro y su aire lúdico

Falix Francisco Casanova
Félix Francisco Casanova y su padre en el metro de París.José Bernardo Casanova

El tiempo, que tanto destruye, no ha podido o no ha querido borrar de nuestro acervo cultural el nombre de este escritor único, muerto en plena juventud, que fue Félix Francisco Casanova. Se trata de un caso insólito de la literatura española, apenas explicable desde perspectivas y criterios al uso. Me complace pensar de nuevo en él tras enterarme de que el Gobierno canario ha decidido consagrarle la presente edición del Día de las Letras Canarias. En modo alguno, este muchacho, que accedió a los penetrales de la poesía cuando otros, a su edad, garabatean imitaciones, es una figura relegada a las islas. Editado con acierto en la Península por Demipage, su novela El don de Vorace cuenta con ediciones en Turquía, Alemania y Francia, país este donde concitó encendidos elogios.

Genio ya para siempre joven, sorprende comprobar que Casanova ha sobrevivido a su propio mito. Ni siquiera necesita vestirse de Rimbaud español, como lo apodamos en su día, para merecer memoria. La razón es simple. Dejó una obra fascinante que continúa significando sin perder un ápice de su hondura, su humor negro, su aire lúdico, gran parte de ella asentada en un secreto doloroso que, en mi modesta opinión, empieza a aclararse si uno lee los turbadores poemas de este muchacho, a menudo similares a letras de canciones, considerando la pérdida traumática de la madre. ¿Y qué decir de Bernardo Vorace, protagonista de una novela desenvuelta y cruel, escrita con 17 años en poco más de 40 días? En ella se nos cuenta la historia de un hombre dominado por pulsiones demoníacas, que desea morir a toda costa y fracasa en todos sus intentos. Bien distinto, por desgracia, fue el destino del autor. Su vida acabó de forma abrupta un día de enero de 1976 a consecuencia de un infortunio en su domicilio de Santa Cruz de Tenerife. Tenía 19 años.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_