El doctor Blyde y el torturador
Una buena manera de que la oposición venezolana logre recuperar el crédito perdido a los ojos de sus compatriotas es reclamar una amnistía total del más de centenar de secuestrados
En el aeropuerto de Caracas se han cruzado los vuelos del alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, y del general venezolano Miguel Rodríguez Torres, antiguo jefe de Inteligencia del régimen de Nicolás Maduro, quien acaba de ser excarcelado merced a las gestiones humanitarias del expresidente español Rodríguez Zapatero.
El comisionado llegó a Venezuela invitado por el Gobierno y en plan de indagar sobre cómo tratan allí a los opositores. El general volaba a España, donde le ha sido otorgada residencia temporal.
El lenguaje de doctor de Türk durante su visita de 72 horas, normado por las cauciones propias de su alto cargo, recordó al de su antecesora, Bachelet: “Estoy aquí para escuchar, la entrevista a puerta cerrada con Maduro fue franca y cordial, me han prometido dejar de torturar en horas de la noche y hacerlo solo en horas de oficina, los testimonios de las víctimas torturadas mientras fueron arbitrariamente detenidas son, como siempre, muy conmovedores, estas cosas no deberían pasar en ningún país del mundo” y cosas así.
Cada vez que estos señorones de los organismos internacionales van a Venezuela y hablan con la prensa luego de una encerrona con Maduro y sus corta gargantas, se me antoja que CNN, Deutsche Welle y AFPTV bien podrían sobreimponer en su audio el “badap-bip-badapbap-badapbip” de Sonny Corleone remedando con desdén los ofrecimientos de paz de Virgil Solozzo en El Padrino.
Sea cosa deliberadamente programada o no, lo cierto es que las visitas de los altos comisionados se ven rodeadas de circunstancias tan macabras que comprometen vergonzosamente la seriedad de los visitantes.
La última vez que Bachelet visitó Caracas en “misión de captación fáctica” los esbirros del régimen pusieron a prueba la musculatura facial de la funcionaria de la ONU asesinando con sus torturas a un joven oficial de la Marina secuestrado por ellos. Lo llevaron en silla de ruedas a presencia de un juez cacaseno que no alcanzó a conocer de lo que se le acusaba porque el detenido falleció literalmente en su presencia. Solo alcanzó a decir “me muero”. Todo esto al tiempo que la Bachelet miraba el hotel las noticias locales en la tele censurada.
Hay que honrar la verdad y, ciertamente, Bachelet dejó instalada en Caracas en aquella ocasión una misión permanente de establecimiento de los hechos a la que, también honrando la verdad, las autoridades del régimen han tratado con su habitual desapresión y desparpajo.
El general Rodríguez Torres, creador de las tristemente célebres cámaras de tortura conocidas como “las tumbas”, estaba preso desde hacía casi cinco años acusado de conspirar contra los suyos.
Durante las protestas de 2017 que arrojaron en pocas semanas más de 100 asesinatos, aún impunes, a manos de las fuerzas represivas comandadas por el general Rodríguez Torres, este desalmado llegó a alentar el uso de armas de guerra en la represión de manifestantes pacíficos.
Los venezolanos han podido leer en las redes sociales un comunicado de los familiares del general en agradecimiento a los buenos oficios que en su liberación obraron, además de Zapatero, el presidente colombiano Gustavo Petro y el Papa junto a figuras muy caracterizadas de la oposición venezolana que ¿negocian?, ¿intiman?, ¿hacen migas? en México en procura de condiciones para elecciones libres en Venezuela. Hablo de Gerardo Blyde, jefe de la comisión y de Stalin González.
También fueron oficiantes de la medida de clemencia varios notorios valedores de las elecciones primarias que, en teoría, designarán al candidato presidencial de oposición en 2024.
Los mentideros de oposición en Caracas, Miami y el barrio de Salamanca se hacen cruces al ver el nombre de Blyde en el comunicado y se ha llegado a afirmar que, a menos que no sea cierto lo de su mediación, con el comunicado “ventanean” al severo doctor, jefe de los negociadores, como paniaguado colaboracionista de Maduro.
Lo grotesco en todo esto es que Blyde apoye una iniciativa humanitaria para un violador de derechos humanos al tiempo que el régimen desata una ofensiva aniquiladora de las ONG de características nicaragüenses.
Bonita palabra mexicana esta de “ventanear”, elocuente y sonora. Sin embargo, yo veo en este ventaneo la ocasión, más bien, de reclamar a los voceros opositores que lleven al extremo la exigencia humanitaria y exijan la libertad de Javier Tarazona, eximio defensor de los derechos humanos que pronto cumplirá seiscientos días detenido sin juicio y con una salud tan precaria que hace temer que muera en cautiverio.
Una buena manera de que la infeliz oposición venezolana logre recuperar, en parte al menos, el crédito perdido a los ojos de sus compatriotas es reclamar con fuerza una amnistía total del más de centenar de secuestrados del régimen. Mucho de ellos lo están desde que el general Rodríguez Torres los apresó, torturó y arrojó a sus mazmorras.
Lograr su libertad plena, condicionar a ella y solo a ella la intercesión de Blyde y sus colegas ante Washington para el levantamiento de las sanciones quizá mitigue, y subrayo el “quizá”, todo el desprecio universal que han ganado con sus buenos oficios en pro de un aborrecido militar represor.
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