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Columna
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Moralistas todos

He descubierto, ingenua de mí, que la pareja heteronormativa no solo está a años luz de extinguirse sino que incluso quienes llevan tiempo llenándose la boca de fluidez la tienen elevada en los altares de lo sagrado

Shakira y Gerard Piqué, en septiembre de 2014 en un partido del Mundial de Baloncesto disputado en Barcelona.
Shakira y Gerard Piqué, en septiembre de 2014 en un partido del Mundial de Baloncesto disputado en Barcelona.JOSEP LAGO (AFP)
Najat El Hachmi

Me fui a dormir creyéndome en un país de mentalidad abierta, con una sociedad relajada y flexible en sus juicios a las relaciones afectivas y/o sexuales y amanecí en un mar de moralina vengativa y ajusticiadora. Mi error se debió, sin duda, a la atención que vengo prestando en los últimos tiempos al debate sobre identidades y orientaciones. Me ha dado la equivocada impresión de que todo el mundo es no binario, género fluido, bi o pansexual, que está en relaciones abiertas o poliamorosas. Si atendemos a lo que se dice sobre este tema, parecería que no hacemos otra cosa que follar o decidir cómo, con quién, por qué y en qué circunstancias vamos a follar. Deconstruido ya el heteropatriarcado no quedaba más que disfrutar del catálogo infinito de posibilidades que nos ofrece la queerpedia tan de moda. Casi da vergüenza declararse heterosexual y no encarnar ninguna de las muchas disidencias sexuales disponibles. Hasta que llegaron Shakira y Piqué y demostraron lo conservadores que somos en realidad.

¿No había muerto el orden monogámico cisnormativo culpable de todas las violencias del presente? ¿Entonces a qué vienen tanta indignación por unos cuernos o porque te hayan dejado por otra? Yo, que creía estar rodeada de poliamorosos partidarios de liberar el deseo hasta límites insospechados, va y se me ponen todos a reaccionar con furibunda y moralista rabia por una infidelidad que juzgan imperdonable. Así que no, no vivía en un mundo en el que se entiende la complejidad de estos asuntos, los cambios que puede vivir una pareja a lo largo de los años, la singularidad de cada relación y los numerosos motivos que pueden llevar a la ruptura, ya sea por vía directa y sin anclajes o bien asiéndose uno de los miembros a otra persona (¡la otra!). Así que he descubierto, ingenua de mí, que la pareja heteronormativa no solo está a años luz de extinguirse sino que incluso quienes llevan tiempo llenándose la boca de fluidez la tienen elevada en los altares de lo sagrado. Nos faltaba, incluso, que se hiciera una lectura feminista de la pataleta de la cantante o que se considere la infidelidad una forma de violencia de género. Pues nada, volvamos a instaurar el delito de adulterio y, ya puestos, bunquericémonos todos en nuestras relaciones de pareja sin atender ni al deseo ni a sus leyes, rescatemos las uniones para toda la vida y practiquemos la coacción como forma de retener al ser amado porque el otro me pertenece y si no es mío, no será de nadie.

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