China gira 180 grados en la lucha contra la covid
La nueva política de Pekín respecto a la enfermedad es una decisión de gran calado tanto para el país asiático como para el mundo, no solo por el coste en vidas sino también por las consecuencias económicas
Tras casi tres años de lucha abierta contra la covid, con confinamientos y test masivos regulares, China ha decido eliminar las restricciones relacionadas con la política de covid cero pero no de manera gradual, como el Gobierno chino suele hacer las cosas, sino de repente y a espuertas.
El giro en la política covid de China es tan vertiginoso como importante para el resto del mundo. Se estima que entre un 10% o 15% de la población mundial será contagiada —de manera prácticamente simultánea— hasta que China alcance la inmunidad de rebaño. La decisión de vivir con el virus no es nueva. De hecho, China es el único lugar del mundo que sigue con esta política cuando la mayoría ha abierto con un grado de inmunidad natural mayor y/o con una tasa de vacunación mayor de su población más vulnerable, especialmente de los ancianos. La política china de covid cero se basaba en un principio, sin duda loable, de que las vidas de los ciudadanos chinos eran más importantes que la economía, a diferencia de Occidente. Este bastión de supremacía moral venía dictado por el propio presidente Xi Jinping, lo que explica la dificultad de salir de una política a todas luces insostenible desde un punto de vista económico, pero también de salud mental de los ciudadanos chinos, incluso después de la llegada de una variante mucho más contagiosa pero menos letal, como la variante ómicron.
El giro de 180 grados del Gobierno chino se ha producido de manera inesperada. Muchos analistas vaticinaban que el Congreso del Partido Comunista Chino de octubre pasado, en el que el presidente Xi obtuvo un inusitado tercer mandato a la cabeza del partido y del ejército chino, anunciaría una salida paulatina de la política de covid cero. En cambio, en su discurso el presidente Xi siguió alabando esta política lo que para muchos cerraba cualquier resquicio hacia una salida. En cambio, días después de que finalizara dicho Congreso, empezaron a correr rumores de una apertura paulatina, rumores que se confirmaron con la publicación el 10 de noviembre, por parte de la comisión sanitaria nacional encargada de la política covid, de veinte medidas para relajar aquellas que estaban estrangulando a la economía. En cualquier caso, estos pasos iniciales para nada suponían una política de abierta convivencia con el virus puesto que los confinamientos seguían en aumento a medida que los casos de covid seguían aumentado y, con ellos, el agravamiento de las consecuencias económicas. De hecho, los datos de actividad de noviembre fueron mucho peores que los de octubre a pesar del anuncio de relajación paulatina. Y como siempre llueve sobre mojado, el anuncio de relajación paulatina creó expectativas en la población que seguía sufriendo confinamientos mientras veía un mundial de fútbol con estadios repletos sin mascara alguna y no en ya en Occidente, donde supuestamente el caos de la covid seguía produciendo muertes por la negligencia de sus líderes, sino en un país amigo y tan organizado como Qatar. Y así, y sin duda de manera inesperada, se produjeron protestas espontáneas en distintas ciudades de China más allá de las que el Gobierno había tenido que hacer frente anteriormente por parte de los trabajadores en la fábrica de Foxconn, principal proveedor de chips para Apple y que emplea a más de un millón de trabajadores. La causa de dichas protestas ha de achacarse a la insostenibilidad del modelo de close loop introducido por el Gobierno chino para conseguir mantener la producción manufacturera dentro del marco de la política de covid cero que prácticamente consistía en mantener a los trabajadores encerrados en sus fábricas durante semanas, o incluso meses, para evitar que se paralizara la producción por un caso de covid. En este contexto, el anuncio de Apple de trasladar una parte de su producción del iPhone 14 a la India es importante para entender la presión que el Gobierno chino estaba sufriendo incluso antes de que empezaran las protestas más generalizadas de estudiantes y ciudadanos y que se reflejaban en las quejas continuas de las empresas extranjeras y de sus cámaras de comercio.
Ante la amenaza de pérdidas de puesto de trabajo por la salida de empresas extranjeras de China, el descontento de la población como lo reflejan las protestas de estudiantes y otros ciudadanos y la caída en picado de la actividad económica, el Gobierno chino ha decidido convivir con el virus de repente y sin preámbulos, es decir sin una campaña de vacunación masiva antes de dicha apertura. Así los centros de test masivos y de cuarentena han desaparecido de la noche a la mañana mientras que los casos de covid se ha multiplicado por mil. Huelga decir que la población china se ha sumido en la confusión más profunda aunque albergando la esperanza de salir de la incertidumbre y el miedo al virus reinante durante los últimos tres años.
Las consecuencias para China y para el mundo de este giro repentino son sin duda importantes. En un escenario optimista, en el que China consiga la inmunidad de rebaño muy rápidamente (entre enero y marzo de 2023), el consumo interno debería aumentar fuertemente y con ello el crecimiento económico con spillovers positivos para el resto. El lado negativo de este éxito para Europa viene por el fuerte aumento de la demanda energética por parte de China y la presión al alza sobre los precios de la energía. En cambio, un escenario donde la infraestructura sanitaria china no consigue absorber a los contagiados en estado grave, máxime cuando la tasa de vacunación de los más ancianos sigue siendo muy baja, sería aún más demoledor, no solo para China, sino para el mundo. Más allá del trágico aumento de víctimas, los cuellos de botella en las cadenas de suministro serían inevitables, ya sea en la producción en las fábricas como en el funcionamiento del transporte de mercancías. Por último, no podemos descartar el escenario catastrófico de una mutación del virus dada la aceleración en la transmisión, especialmente si dicha mutación es mucho más letal. Esto quiere decir que, más allá de las diferencias en el número de víctimas y en la evolución económica de China, tanto el escenario optimista como el pesimista son inflacionistas para el resto del mundo, mientras que resulta difícil imaginar qué ocurriría con el catastrófico.
En resumen, estamos acabando el año con un evento de gran calado para China y para el mundo que el giro de 180 grados que el Gobierno de Xi Jinping acaba de ejecutar en su política de covid. Junto a la gran incertidumbre sobre el coste en términos de vidas, la apertura tiene importantes consecuencias económicas y no solo de crecimiento sino también de inflación y, por tanto, también sobre el comportamiento de los bancos centrales, especialmente aquellos cuyas economías son más dependientes de los precios de las materias primas y del aprovisionamiento de las cadenas de producción dominadas por China, como sin duda es el caso de Europa.
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