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Columna
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Votar sin pensar en Ucrania

La fecha de 2024, soñada por Trump para el regreso y la venganza, era también la cita de Putin con el interlocutor que le interesaba para terminar la guerra y firmar la paz a su gusto

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, asiste a un mitin en la Universidad Estatal de Bowie (Maryland, EE UU).
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, asiste a un mitin en la Universidad Estatal de Bowie (Maryland, EE UU).DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)
Lluís Bassets

Las armas callan cuando ya no sirve para nada seguir disparando. Muchos indicios nos acercan al punto en que cabe imaginar una negociación entre los contendientes, el invasor ruso y el invadido ucranio. Jake Sullivan, el consejero de Seguridad de Biden, ha reconocido que hay un back channel, un canal oculto entre la Casa Blanca y el Kremlin, solo para evitar la escalada nuclear, aunque será ineludible la discusión sobre las condiciones del alto el fuego y luego el contenido de los acuerdos de paz. Así se resolvió la crisis de los misiles de Cuba en 1962, la última vez que el mundo estuvo al borde la guerra nuclear.

Ucrania no ha aparecido en la campaña electoral, a pesar del temor al bloqueo de la ayuda militar en el nuevo Congreso y de la debilidad presidencial que hubiera significado una humillante oleada trumpista, que habría propulsado al expresidente en sus pretensiones para 2024. Aunque son numerosos los trumpistas salidos de las urnas, el magnate inmobiliario que nunca quería perder aparece como uno de los mayores perdedores, en camino de ceder el control del republicanismo a Ron DeSantis, reelegido gobernador de Florida y serio competidor en sus aspiraciones presidenciales.

No parece, por tanto, que las elecciones de mitad de mandato signifiquen un revés para Volodímir Zelenski. El Congreso tiene previsto aprobar un último paquete de ayuda militar a Ucrania antes de terminar la legislatura, por si la nueva cámara cerrara el grifo, pero lo más probable es que el republicanismo magnetizado por DeSantis vaya tomando distancias respecto a quien confiaba más en Putin que en los servicios secretos de Estados Unidos cuando era presidente.

Putin prefería otro resultado. Con una marea trumpista, Biden estaría atado de pies y manos. La democracia estadounidense, más desprestigiada. Reducida su capacidad de liderazgo. Ahora, ni siquiera cabe interpretar estas elecciones como una severa derrota en caso de que termine perdiendo el control de las dos cámaras por escaso margen. La fecha de 2024, soñada por Trump para el regreso y la venganza, era también la cita de Putin con el interlocutor que le interesaba para terminar la guerra y firmar la paz a su gusto. Para los europeos, tras la experiencia anti atlantista de Trump, en cualquiera de los casos sigue siendo una cita con las propias responsabilidades en la defensa del continente. Por si acaso.

La paz está lejos. No se resolverán de un plumazo las legítimas exigencias de restitución territorial, de justicia, reparación e indemnización y de seguridades para que el país agredido no sea agredido de nuevo en el futuro. Pero urge el armisticio, con garantías suficientes para que no sea una pausa tramposa del rearme ruso. La iniciativa corresponde sin discusión a Zelenski, aunque quizás a Biden le quedarán fuerzas todavía para convertirse en su artífice. Los resultados de las elecciones también hablan de Ucrania a pesar de que los votantes no lo tuvieran en cuenta.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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