Cancelar a las minorías
La escritora Carolina Sanín reveló que la editorial mexicana Almadía ya no iba a publicar sus novelas ante sus posiciones contra la población transgénero. La editorial es libre de publicar a quien quiera. Carolina es libre de opinar lo que se le dé la gana
Cancelar a las personas. La RAE está en deuda con el siglo veintiuno al aún no haber agregado a la definición del verbo ‘cancelar’ esa novísima acepción según la cual a una persona se le cancela cuando se le deja de seguir en redes sociales, se le retira cualquier tipo de apoyo y se le busca invisibilizar a toda costa.
En el mundo de la hiper figuración, que es al que nos han acostumbrado las redes con esa incansable exigencia de publicaciones de impacto y de gran viralidad, el hecho de cancelar o ser cancelado parece un acto que trasciende lo personal para convertirse en un hecho político que, además, lleva consigo un cierto sabor a homicidio o desaparición.
Cancelar a aquellos que disienten de lo que pensamos nos hace creer que el mundo es o debe ser de un solo tono. Que las opiniones que van en contra de mis ideas hacen parte de un mundo mínimo al que puedo silenciar. Cancelar, que en las redes sociales se traduce en la opción ‘bloquear’, significa que jamás me sentaré a analizar las opiniones que van en contravía, que prefiero encerrarme entre las cuatro paredes de mi incontestable razón antes que abrir una ventana para ver la panorámica completa y entender que lo que pienso no es verdad absoluta.
Hace un par de días, la escritora Carolina Sanín reveló que la editorial mexicana Almadía ya no iba a publicar sus novelas ante sus posiciones contra la población transgénero. La editorial es libre de publicar a quien quiera. Carolina es libre de opinar lo que se le dé la gana.
Sin embargo, mientras que Carolina, como todo buen escritor, se debe a sus ideas y a su visión de mundo; Almadía se debe a un público que resulta indefinido, etéreo y diverso al que debe respetar, más aún cuando la vida de una editorial se rige por dinámicas comerciales, en contraste con un autor que no se debe al comercio, sino a sí mismo (a menos que sea Paulo Coelho).
Cuando Carolina ha expuesto en sus trinos y en sus textos posiciones que incomodan a la comunidad trans, lo hace como mujer, como feminista, y ante todo como defensora de un punto de vista a todas luces respetable. Dicho esto, entre mujeres y trans, si se ha de tomar posición, siempre consideraré que lo responsable es proteger y dar visibilidad a quienes se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad y hasta donde sé Sanín piensa lo mismo.
La decisión no es compleja. A las mujeres sin duda les debemos mayor reconocimiento y protección, pero en el caso de las trans la situación es urgente, pues la violencia contra ellas es exponencialmente mayor, de ahí que también necesiten reconocimiento y protección.
Si el argumento para justificar el menosprecio a las trans es la biología, los humanos nos hemos mostrado como expertos en ir contra ella. No ajustarnos al guion biológico nos hace humanos, por eso no seguimos viviendo colgados de los árboles, por eso inventamos la rueda, por eso volamos al espacio. Somos evolución.
Pasa lo mismo con el mercado de los libros. Una editorial prefiere evolucionar y evitar ser víctima de la cultura de la cancelación, cancelando a su vez la publicación de una escritora brillante y admirada, pero que al valor de hoy puede resultar costosa.
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