Breve historia de España
Hay una gran distancia entre las aspiraciones y los logros y la capacidad. No conseguimos resolver problemas técnicos pequeños pero pretendemos cambiar nuestra relación con el consumo o el medio ambiente
Se podría trazar una historia de España desde las protestas por el sacrificio del perro Excalibur, mascota de una enfermera contagiada por ébola en 2014, a la delirante exégesis de la berrea del colegio mayor Elías Ahuja en 2022. En el trayecto, hemos vivido la fragmentación del sistema de partidos y el regreso hacia un bipartidismo tuneado (en esa época, el PP tenía mayoría absoluta y no reformó el sistema de elección del Poder Judicial, y el PSOE no pensaba que el Tribunal Constitucional debiera reflejar el sentir de las mayorías electorales). Pasamos de una reacción enloquecida a la intromisión del Estado en la vida de un perro a aplaudir el encierro de los niños en sus casas o la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores. Políticos y periodistas se han dedicado a fiscalizar a unos adolescentes que gritaron burradas, en un contexto de inflación, guerra y destrucción institucional. El arrepentimiento de los gamberros no era suficiente, decía el ministro del Interior; la Fiscalía investigaría; las chicas que restaban importancia al asunto revelaban una mente colonizada por el heteropatriarcado. Esos gritos eran violaciones, decían: la confusión entre la metáfora y la cosa es una de las características que definen nuestra época. Los cánticos eran un resto del pasado, pero se debían a una pujante ultraderecha, explicaban algunos, y el motivo es que hemos sido poco radicales. En buena medida, lo que ha cambiado es el poder y el asunto no va de otra cosa, como ha dicho Aurora Nacarino-Brabo: lo que importa es saber quién manda. Jorge San Miguel ha señalado la poca mejoría que hemos visto en algunas grandes causas: las campañas contra la violencia de género o la asimetría penal no han disminuido su incidencia como sería deseable, se denuncia el ascenso del machismo entre los jóvenes y la preocupación por la pobreza infantil no se ha traducido en una reducción significativa. Hay una gran distancia entre las aspiraciones y los logros y la capacidad. No conseguimos resolver problemas técnicos pequeños, pero pretendemos cambiar nuestra relación con el consumo o el medio ambiente (o la de los demás, que son los equivocados). No ayudará a la causa que se dice defender, pero a menudo esta es solo un trampantojo: otra de las confusiones de nuestro tiempo mezcla ser bueno con hacer lo que es bueno, quienes combaten los problemas dependen de que continúen existiendo, y la cháchara moralizante es una mercancía que da dinero y estatus. @gascondaniel
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