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DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Falsos amigos del verano del 22

Estas vacaciones han abundado las traducciones erróneas de palabras inglesas parecidas en español

Donald Trump, durante un mitin el pasado 17 de septiembre en Youngstown, (Ohio).
Donald Trump, durante un mitin el pasado 17 de septiembre en Youngstown, (Ohio).GAELEN MORSE (REUTERS)
Carlos Yárnoz

A falta de amigos habituales, las vacaciones propician nuevas relaciones personales, aunque solo sean de conveniencia. Los sociólogos, sin embargo, alertan de los riesgos de entablar falsas amistades, como algunos se percatan ya a estas alturas, recién concluido el verano. El periódico se ha visto seducido por ese falso amigo que María Moliner define como “la palabra o expresión de una lengua extranjera que, por ser muy similar a otra de la lengua propia, puede ser interpretada incorrectamente”. Los lectores han denunciado dos o tres casos por semana. Francisco Hidalgo, por ejemplo, ha enviado toda una colección veraniega.

Tropezar en esas piedras resulta difícil de evitar para un corresponsal en el extranjero, pero precisamente por eso hay que desconfiar ante todo término parecido al español y consultar un buen diccionario. Si así hubiéramos actuado, no habríamos dicho que Donald Trump llamó a los fiscales que actúan contra él “gente horrible y viciosa” (19 de agosto), quizás como traducción directa de vicious, que en español se traduce como cruel, agresivo. Y el 31 de julio no hubiéramos dicho que el sueco Hans Rösling fue un buen “físico”, porque en realidad era “médico” (physician, en inglés).

El problema lleva décadas en expansión y hace 20 años la editorial Gredos publicó un Diccionario de Falsos Amigos; Inglés-Español. Javier Marías, fallecido el 11 de septiembre, recibió la obra como una excelente iniciativa, probablemente sensibilizado como excelente traductor que era. “Debería convertirse en una obra de consulta imprescindible para cuantos escriben, traducen, trabajan en prensa, radio o televisión”, publicó Marías en Letras Libres.

Hoy existen herramientas de fácil acceso. Desde Bruselas, el lector Francisco Hidalgo recomienda un diccionario digital de falsos amigos. Una u otra vía evitarían que, como ocurrió el 12 o el 24 de agosto, llamásemos “redada” (quizás del inglés raid) al registro de la casa de Trump en Mar-a-Lago. El lector Carlos Laorden nos afeó que, en lugar de referirnos al sector del alquiler de apartamentos en Estados Unidos, aludiéramos al “mercado de la renta de apartamentos” (27 de agosto). El 9 de agosto también aludimos a una “reserva de agua” (seguramente del inglés reservoir) en Ucrania, en lugar de “embalse”. Y counterpart en inglés no se traduce en un reparto cinematográfico como “contraparte” (20 de agosto), sino como “coprotagonista”.

La lectora Ana Gómez no comprende que caigamos en trampas para elefantes. “Para ser periodista, lo primero: conocer el idioma propio”. Por eso, le resulta impropio leer en julio una referencia a un “suburbio residencial” en Chicago en el que la renta media de 150.000 dólares duplica la media nacional. “¡Qué contradicción!”, señala Gómez, al suponer una mala traducción de suburb, que en esos casos es “zona residencial”.

Y erróneo resulta, en la lista de ejemplos señalados por Francisco Hidalgo, traducir taxation (fijación de precio) por “tasación” (10 de septiembre). O containers por “contenedores” (1 de septiembre) en alusión a las cajas con documentos sustraídos por Trump. O anunciar que Carlos III “atenderá el servicio religioso” por su madre —a saber si estuvo atento o no—, seguramente porque will attend debió traducirse por “asistirá”. O decir que un paquistaní trabajó en “molinos textiles” (19 de septiembre), porque los molinos pueden producir harina, pero no textiles, un traspié quizás derivado de mill, molino, pero también “fábrica”. Y en español no se califica a un deportista de “agente libre” (16 y 17 de septiembre); free agent es alguien sin contrato, con carta blanca para fichar por un equipo.

En ocasiones, esas amistades peligrosas, como las denomina el lingüista José Antonio Millán, aparecen incluso sin traducción de por medio. El pasado día 9, por ejemplo, hemos contado que un gigantesco complejo “luce casi desierto” (deriva libre de to look) y que, en su última aparición pública, Isabel II se presentó “luciendo fragilísima”. Y mal ha empezado el otoño con un editorial titulado Derrotas domésticas de Putin (28 de septiembre), que nada tenía que ver con líos en su hogar familiar y sí con domestic (nacional, no doméstico).

El navarro Miguel Martínez Lage (1961-2011), todo un referente en la traducción, escribió un mes antes de morir que no hay amigos falsos, porque o lo son de verdad o no lo son. Admitía que no tenía recetas mágicas para detectarlos en su trabajo, pero sí un principio: “Un traductor debe ante todo dudar. No por ser traductor, sino por sistema”. ¿Por qué? “Porque cada vez que me encuentro con uno de estos peces nunca sé si es besugo o merluzo”. Tomando nota.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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