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tribuna
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Dos certezas y dos dudas sobre las elecciones en Brasil

Lula es el favorito de las presidenciales, pero más por lo que se recuerda de su época como presidente que por sus promesas de futuro

El expresidente de Brasil y candidato a las presidenciales del domingo, Luiz Inácio Lula da Silva,
El expresidente de Brasil y candidato a las presidenciales del domingo, Luiz Inácio Lula da Silva,CARL DE SOUZA (AFP)
Thomas Traumann

Más de 120 millones de brasileños acuden a las urnas este domingo con dos certezas y dos dudas. La primera certeza es que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva volverá al poder después de 12 años. La segunda es que el actual presidente Jair Bolsonaro no aceptará la derrota e impugnará el resultado por cualquier medio posible.

La primera duda es si Lula, ya este domingo, conseguirá el 50% más uno de los votos necesarios para ganar las elecciones en la primera vuelta. En el sondeo de Datafolha publicado el jueves 29, Lula obtenía el 50% de las intenciones de voto válidas. Si no consigue el 50% más uno, habrá una segunda vuelta el 30 de octubre.

La segunda incógnita es cuán violenta será la impugnación del resultado por parte de los bolsonaristas.

Lula y Bolsonaro son los mayores líderes de Brasil del siglo XXI. No hay brasileño que no tenga una opinión firme sobre uno y otro, lo que hizo que desde el inicio de la campaña ningún tercer candidato tuviera posibilidades de sorprender. La elección brasileña se ha convertido en una intensa comparación y rechazo de ambas personalidades.

A sus 76 años, Lula se presenta a sus últimas elecciones. Tras dejar la presidencia en 2010 con más del 80% de aprobación, fue condenado y encarcelado, acusado de liderar una multimillonaria trama de corrupción. En 2020, el Tribunal Supremo anuló el caso calificando de parcial al juez que lo condenó. En su periodo de ostracismo, nadie ha asumido el vacío de ser la oposición a Bolsonaro.

Excapitán del Ejército y diputado, Jair Bolsonaro, de 67 años, fue elegido en 2018 con una plataforma radical antisistema. Su Gobierno ha combinado reformas liberales en la economía, con un programa conservador en las aduanas y regresivo en el medio ambiente y la ciencia.

Bolsonaro alentó a ganaderos, madereros y mineros a explotar las tierras amazónicas, anulando las multas y evitando el castigo por invadir tierras indígenas y parques nacionales. En los cuatro años de Bolsonaro se talaron más bosques que en los ocho años anteriores.

Cuando estalló la pandemia de covid, el presidente calificó el virus de “pequeña gripe”, insistió en que todo el mundo volviera al trabajo, defendió los medicamentos ineficaces y aplazó la compra de vacunas. Al final, más de 680.000 brasileños murieron a causa de la covid.

A lo largo de la campaña, las encuestas han mostrado que más de la mitad de los votantes rechazan a Bolsonaro. Incluso en agosto, cuando el presidente, en una medida populista, aumentó las prestaciones sociales para las familias más pobres, su valoración no cambió sustancialmente. Es la primera vez en Brasil que un presidente que se presenta a la reelección queda segundo en la primera vuelta.

Desde la anulación de la condena de Lula, Bolsonaro se ha levantado contra el Tribunal Supremo, acusando a los jueces de conspirar contra él. Cuando la Corte permitió a los gobernadores y alcaldes promulgar interdicciones para frenar la propagación del coronavirus, Bolsonaro convocó manifestaciones populares pidiendo el cierre de la Corte. Bolsonaro ha puesto en duda la fiabilidad de las urnas electrónicas y ha repetido decenas de veces que solo sería derrotado si hubiera un fraude. “Si no tengo el 60% de los votos es porque ha ocurrido algo anormal”, afirmó.

Al igual que su ídolo Donald Trump, Bolsonaro impugnará la derrota. Esto se hará mediante recursos legales, pero también con manifestaciones en las calles. Nadie es capaz de predecir si estas protestas desembocarán en violencia.

Como no tiene un partido estructurado, Bolsonaro necesita mantener a su base inflamada para que desde allí pueda liderar la oposición a un eventual gobierno de Lula. Sería la versión tropical de la táctica de la Gran Mentira utilizada por Trump para desacreditar la gestión de Biden e insistir en que realmente había ganado las elecciones.

En las últimas semanas, los interlocutores de Lula han buscado a los generales en activo y en la reserva para ver cómo se comportarían las tropas en caso de un intento de golpe de Estado del presidente. Como era de esperar, las respuestas fueron que las Fuerzas Armadas cumplirían con la Constitución.

Lula es el favorito para ganar las elecciones en Brasil, menos por sus promesas de futuro y más por el pasado que representa. En casi todos sus mítines dice que “tenemos que volver a comer picanha y beber cerveza los domingos”, en referencia a la bonanza económica que vivía Brasil en 2010. No será sencillo, pero las encuestas indican que los brasileños creen que con Lula pueden volver al pasado.

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