_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Dónde vas, Juan Carlos I?

Ya sabemos quién y por qué ha dado vela en ese entierro al rey emérito. Lo que no sabremos nunca, al menos de su boca, es por qué no disculpó su presencia, pasándose por el forro de armiño el perjuicio que pueda causar a su hijo

Rey emerito funeral Isabel II
Juan Carlos I e Isabel II, en los Reales Alcázares de Sevilla, en 1988.JMN (Getty)
Luz Sánchez-Mellado

A ciertas edades y en ciertos sitios un funeral es el planazo del siglo. Sobre todo, si el difunto no te toca de lleno y tu vida social se reduce a ver pasar los días a la espera de ser tú el próximo muerto en el entierro y, encima, perdértelo. En esa tesitura, a los velorios se va casi como quien va a un cóctel: a cumplir, a ver y, sobre todo, a ser visto, dejar tu tarjetita y que no te ponga falta quien te interesa que te fiche. De paso, echas la tarde, ves a los parientes, a los colegas y a los amigos de los que la vida te ha ido alejando, y constatas cómo han crecido los chicos y cómo se estropean los cuerpos y las cabezas, con lo que fueron. En todo sepelio se llora, claro, pero también se ríe evocando las hazañas del finado, la gracia que tenía el jodío, o la jodía, y, fundamentalmente, se da gracias al destino por no ser uno mismo quien ocupa la caja de pino. Un entierro es un entierro, aquí y en el Reino Unido. Y un funeral de Estado en una catedral anglicana con un duelo de 2.000 escogidos entre los escogidos del globo no deja de ser un tanatorio grande con horror al vacío.

El lunes, un anciano rey jubilado a la fuerza acudirá a Londres desde su jaula de oro en Abu Dabi a despedir a una reina tataraprima que lo llamaba Juanito. Sospecho que va exactamente a eso. A ver, a ser visto, a marcar corona y a saludar a los colegas, los amigos y los parientes de morros. Empezando por su esposa, con la que no convive hace décadas, su hijo y heredero del trono y su única nuera, formando dos extrañas parejas de reyes que ríete tú de las del póquer. Puede, o no, que los veamos juntos en alguna foto, felices los cuatro, o en incómodo horror y compañía. Pero, mientras los vemos o no los vemos, yo me pregunto: ¿dónde vas, Juan Carlos I? Que tiene derecho no es noticia. Ya sabemos quién y por qué le ha dado vela en ese entierro. Lo que no sabremos, al menos de su boca, es por qué, pudiendo, no disculpó su presencia, pasándose por el forro de armiño el perjuicio que pueda causarle a su hijo y rey vigente. Lo dicho: puede que veamos alguna lágrima correr por el rostro de las pesetas y de los primeros euros. Apuesto a que, entonces, no serán tanto por la prima Lilibeth, de cuerpo presente, sino por él mismo. Por lo que pudo haber sido y no fue porque se lo ha cargado a pulso. Puede, incluso que, triste de él, ese funeral sea su último gran planazo del siglo.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_