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Columna
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La ecuación de Drake

El astrónomo, fallecido el viernes pasado, estaba convencido de que el primer contacto con una civilización extraterrestre ocurriría durante su vida

Frank Drake, en una conferencia sobre OVNIs en Londres.
Frank Drake, en una conferencia sobre OVNIs en Londres.Tim Ireland (Cordon Press)
Javier Sampedro

Frank Drake estaba convencido de que el primer contacto con una civilización extraterrestre ocurriría durante su vida. Se equivocó —murió el viernes sin haberlo visto—, pero el mundo astronómico que le despide es seguramente muy distinto al que le vio nacer, cuando el mero hecho de mencionar la posibilidad de vida extraterrestre era un pasaporte al ostracismo científico. Hoy existe hasta la especialidad de astrobiología en algunas universidades de prestigio. Es cierto que los astrobiólogos tienden a pasarse el día en Río Tinto, Huelva, y otros lugares mundanos de condiciones extremas, pero sus conocimientos resultan útiles para diseñar los rovers que buscan vida en Marte y los telescopios que la rastrearán en la atmósfera de planetas tan lejanos que ni nuestra imaginación puede alcanzar.

Gran parte de este cambio de actitud se debe al descubrimiento masivo de planetas extrasolares en el último par de décadas. Y la otra parte se debe a Frank Drake, el astrónomo que fundo el programa SETI (search for extraterrestrial intelligence, búsqueda de inteligencia extraterrestre) y echó el primer vistazo ahí fuera rastreando señales de radio que procedieran de una civilización lejana. La idea de que las civilizaciones avanzadas emiten ondas de radio proviene de nuestra propia experiencia, pues nosotros las emitimos sin querer al menos desde los años cuarenta, cuando empezaron las emisiones de radio y tele de cierta potencia intercontinental.

Drake y sus colegas más próximos, Jill Tarter y Carl Sagan, invirtieron el argumento y se pusieron a buscar las señales de otros. Sesenta años de fracasos después, la exploración sigue. Pero, ¿hay alguien ahí? ¿A qué viene tanto silencio impertinente? Es frustrante, ¿no creen? El nombre oficioso de este vértigo metafísico es “paradoja de Fermi”, que tiene esta forma: si hay tantas estrellas en la galaxia, y tal fracción de estrellas tiene planetas, y tal fracción de planetas está a la distancia adecuada de su sol, etcétera… ¿dónde está todo el mundo? Ese es más o menos el cálculo mental que hizo Enrico Fermi durante una comida en el laboratorio, y la frase que pronunció al volver a tierra firme. Porque, según el cálculo mental de Fermi, y dado el tiempo que debería llevar colonizar la galaxia, los extraterrestres ya tendrían que estar aquí. ¿Dónde está todo el mundo?

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Drake fue un buen astrónomo, y sus colegas lo sabían perfectamente. Hizo el primer mapa con radioondas del centro de la Vía Láctea, descubrió unos cinturones de Van Allen en Júpiter, midió la densidad de la atmósfera de Venus y dirigió el Observatorio de Arecibo en Puerto Rico cuando aquello era el mayor radiotelescopio del mundo. También hacía vino y cultivaba orquídeas. Pero su mayor contribución a la ciencia acabará siendo, con toda probabilidad, una formalización correcta, aunque algo perogrullesca, del calculillo mental de Fermi que les conté antes. Se llama ecuación de Drake, y estima el número de civilizaciones de la Vía Láctea como el producto del número de estrellas por la fracción de ellas que tienen planetas por la fracción que están a la distancia adecuada de su sol y así hasta siete factores. Debe ser duro para un explorador de mundos ser recordado por esa mediocridad, pero en fin, así es la vida en la Tierra.

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