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Columna
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Integridad territorial

Me preocupa que Sánchez alimente la paranoia xenófoba que trastorna a Europa y utilice palabras propias de otros partidos que sí suponen una amenaza a nuestra sociedad y nuestros valores

Valla de Melilla
Varias personas corren tras cruzar la valla de Melilla el pasado jueves.Javier Bernardo (AP)
Sergio del Molino

Si fuese verdad que un grupo de adolescentes africanos malnutridos, deshidratados y vestidos con ropa vieja donada por aldeanos misericordiosos de la Berbería un poco menos pobres que ellos supone una amenaza a la integridad territorial de España, como dijo el presidente, el país estaría tan desprotegido y sería tan inverosímilmente frágil, que ni cien alianzas como la OTAN podrían salvarlo. Si fuera verdad que España necesita la ayuda armada de un Estado policial como Marruecos para garantizar la inviolabilidad de sus fronteras, habría que dar de baja a todos los cuerpos de seguridad y todas las fuerzas militares del país, por inutilidad. Si fuera verdad que los cadáveres amontonados en la verja de Beni Ensar son el tributo ineludible para que Melilla exista, no solo debería caer el Gobierno que no sabe manejar una frontera, sino el Estado mismo, del primer al último funcionario. Tanto la Unión Europea como la OTAN deberían replantearse la conveniencia de tener un miembro tan endeble. La única consecuencia lógica y moral que se desprende de las palabras del presidente —si fueran verdad— sería la dimisión nacional y absoluta: los españoles deberíamos devolver nuestros DNI y pasaportes y solicitar asilo en otro Estado que no se sienta amenazado por unos cientos de muchachos errabundos.

Más urgente que una investigación y que la depuración de responsabilidades, si las hubiere, es que el Gobierno aclare sin ambigüedad ni eufemismos que España no está amenazada por peatones desarmados, ni siquiera por esas mafias que los periodistas han ido a buscar por las laderas del Gurugú y las afueras de Nador (sin encontrar más que a chavales durmiendo al raso tras cruzar el desierto a pie y a activistas de ONG que intentan echarles una mano, una manta y un bocata). Nos urge muchísimo saber si el Gobierno considera a los parias de la Tierra y a la famélica legión del viejo himno socialista una fuerza malévola que hay que reducir a palos y a tiros. Lamentar sus muertes no basta.

No me preocupa la amenaza a la integridad territorial de unos jóvenes que podrían haber entrado legalmente en España sin causar el menor trastorno si el Estado tuviese una política de asilo digna de una democracia avanzada y comprometida con la protección de los derechos humanos. En cambio, me preocupa muchísimo que el presidente de mi país alimente la paranoia xenófoba que trastorna a Europa y utilice palabras propias de otros partidos que sí suponen una amenaza a nuestra sociedad y nuestros valores. @sergiodelmolino

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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