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Columna
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Vómito

La puerta de los grandes almacenes tragaba y expulsaba gente sin cesar. Me asomé a la carne como si la viera por primera vez y su misterio me produjo un asombro sin límites

Rebajas en unos grandes almacenes de Madrid.
Rebajas en unos grandes almacenes de Madrid.
Juan José Millás

Me detuve en medio de la acera de una calle céntrica y el mundo, igual que en el tango, siguió andando. Entonces aprecié la vida en toda su belleza, que era todo su horror. Había a mi izquierda unos grandes almacenes de ropa cuya puerta tragaba y vomitaba gente sin cesar. La tragaba por el lado izquierdo y la vomitaba por el derecho después de haberla digerido en sus entrañas de telas y entretelas y ascensores de acero. Advertí entonces que las personas estaban hechas de carne, quizá de la misma o parecida carne de la que están hechos nuestros animales domésticos, la misma de la que están hechos los leones y las ratas y los elefantes marinos y el gorila del zoo, como si hubiera en algún sitio del universo un gigantesco depósito de carne, semejante a la arcilla, con el que se modelara indistintamente el muslo de un jilguero y el de un subsecretario. Me asomé, en fin, a la carne como si la viera por primera vez y su misterio me produjo un asombro sin límites. Pensé en los labios de carne y en las orejas de carne y en las manos y en los dedos de carne y en los vientres de carne y en los genitales de carne y en los culos de carne. La ciudad contenía cantidades increíbles de carne tan pronta a florecer como a pudrirse.

De súbito, volví a recuperar el movimiento y entré también en los grandes almacenes para ofrecer mi carne a los dioses del capitalismo textil. Subí equivocadamente a la planta de caballeros por las escaleras mecánicas que bajaban, de manera que durante unos instantes fui en la dirección contraria a la de los consumidores. Cuando logré llegar arriba jadeando, alguien me tocó el hombro al tiempo de ofrecerme un perfume que olía a corona de muertos. Tú no estás bien, me dije. Pero luego me compré un par de camisas de verano que parecían hechas a medida y me incorporé, más calmado, al curso de la vida.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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