Una guía para la España electoral
La política española se ha vuelto de todo menos previsible, pero por debajo de la espuma, la estructura y el calendario tienen fuerte inercia favorable para la derecha
Los ciclos mediáticos son tan acelerados que es imposible fijar la atención. Normal, por tanto, que el Gobierno tenga incentivos para apurar la legislatura y esperar a un deus ex machina que cambie unas tornas que se le han girado en contra.
La estructura de competición en nuestro país siempre ha venido marcada por la fuerza del eje izquierda derecha y su interacción con la dimensión territorial. Esto ha generado una curiosa dinámica en la era del bi-bloquismo. De un lado, la izquierda puede sumar más fácilmente en el Congreso con los independentistas y nacionalistas sencillamente porque la presencia de Vox hace imposible maridarlos con el Partido Popular.
Sin embargo, aunque para gobernar necesite estar más cerca de la mayoría absoluta, la derecha es más eficiente electoralmente. La combinación de provincias pequeñas y medianas con territorios de fuerte nacionalismo español hace que lo que gane su bloque sea restando directamente a sus rivales. La izquierda, por el contrario, compite mejor en territorios más diversos lingüísticamente y, por tanto, también con sus potenciales socios parlamentarios. De hecho, incluso con los mismos votos a nivel estatal, el PP lo tiene más fácil para superar en escaños al PSOE solo por su distribución territorial.
Por si esto fuera poco adverso para el Gobierno, los socios junior de cada bloque también tienen fortaleza dispar. Vox, por encima del 15% en todos los sondeos, está al alza y a salvo del severo sistema electoral. Mientras, Yolanda Díaz todavía tiene que reciclar su espacio político intentando recuperar el espíritu del primer Podemos, pero en un contexto mucho peor que en 2015 y con algunos compañeros de viaje que no dejan de ponerle zancadillas.
El calendario es otro factor que considerar. Andalucía es una elección clave en la cual, si el PP se impone claramente, se apuntalará la idea de cambio de ciclo. Eso no quita que haya que ser cauto con las expectativas; las recientes elecciones de Castilla y León nos recuerdan que incumplirlas te gira la narrativa.
En todo caso, en 2019 la izquierda acumuló mucho poder territorial y es fácil que, por mera regresión a la media, el mapa salga más teñido de azul. Todo en un entorno en el que la incertidumbre y la inflación han asentado el pesimismo sobre la marcha de la economía, un elemento que castiga a los gobernantes, pero para el que su margen de maniobra es limitado.
La política española se ha vuelto de todo menos previsible, pero por debajo de la espuma, la estructura y el calendario tienen fuerte inercia favorable para la derecha. Quizá haya lecturas alternativas, pero lo seguro es que si el Gobierno no retoma el control de la agenda, si no activa a los suyos, si la izquierda sale al campo pensando que le vale con el empate, su derrota puede darse por descontada.
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