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Europa en los ojos de Von der Leyen

La mirada de la presidenta de la Comisión en su visita a Bucha muestra el espíritu fundacional del proyecto europeo: ante el horror, economía y política contra la guerra

Ursula von der Leyen, durante la visita a Bucha (Ucrania) el 8 de abril.
Ursula von der Leyen, durante la visita a Bucha (Ucrania) el 8 de abril.Efrem Lukatsky (AP)
Jordi Amat

Libros y más libros meditando sobre qué es Europa y, de repente, esa mirada. Los ojos de Ursula Von der Leyen contemplan el horror. Mira y reacciona con determinación y así desvela el sentido del proyecto que desde hace lustros es nuestra primera salvaguarda democrática y cuyos fundamentos hoy están siendo militarmente amenazados por el esquizofascismo del tirano que comete crímenes de guerra en Ucrania.

La escena la recordó este viernes Nathalie Tocci. “La he visto una vez y otra y otra”. La politóloga Tocci lo dijo en la soberbia laudatio que leyó antes de que la presidenta de la Comisión recibiese el premio a la Construcción Europea que concede el Cercle d’Economia. De esa mirada, de ese instante, hace tan solo un mes. Está rodeada de hombres, algunos militares ucranios, la acompaña Josep Borrell y, como ellos, también lleva un chaleco antibalas. Se gira. Sin esperarlo ve los cuerpos desenterrados de una fosa común en Bucha. Su primera reacción es de espanto. Mira y en menos de un segundo se cubre el pecho con la mano derecha. Después baja la mirada apenada, luego se pone a andar decidida. La decisión empática singulariza su liderazgo, esa “clave F” de la que habla Joan Vinyets en su último ensayo.

A finales de 2019, al iniciarse su presidencia, las prioridades de la agenda Von der Leyen ya eran una evolución ambiciosa del proyecto europeísta. El Green New Deal no solo era una apuesta por la descarbonización en el marco de una transición verde y justa. Al mismo tiempo, implicaba un reposicionamiento estratégico: la reconquista de autonomía industrial en el contexto de una globalización cada vez más pilotada desde el Pacífico. Las circunstancias eran complejas, como subrayó Pedro Sánchez en su intervención en Barcelona: estaba Trump y su apuesta por debilitar a Europa a través de una guerra comercial, estaba la obligación de acordar la salida menos mala con el Reino Unido. Pero de inmediato se sumó el desafío de la pandemia, desbordando cualquier planificación.

Tras las primeras semanas de caos, cuando el desconcierto miraba hacia Bruselas con el ritual de la frustración, la Unión demostró su utilidad. El protagonismo en todo el proceso vinculado a la vacuna nos salvó la vida, y la está salvando a países del resto del mundo que las reciben gracias a la cooperación de la UE. Y, casi al mismo tiempo, la emisión de deuda para financiar el fondo Next Generation representó un momento de disrupción en un entramado caracterizado por su lentitud. “Pedro, estoy seguro de que recuerdas muy bien esos meses, nos llevó laaaargos Consejos, días y noches”. Años de debates ideológicos que impedían el avance fiscal acabaron entonces con ese gran paso adelante. Von der Leyden, dirigiéndose al president Aragonès, se refirió a proyectos financiados con esos fondos, desde tecnología para certificar el origen del vino y evitar el fraude hasta el apoyo al Supercomputing Center para que investigue en campos que van de la salud al combate contra el cambio climático.

Y, al fin, una guerra que ha implicado otra actualización del ADN de Europa. En su discurso, la presidenta de la Comisión sostuvo que España había construido un sistema energético resiliente y que la península Ibérica podía actuar como el principal hub del gas conectando a Europa con África y América. Además, puso en valor la reciente aprobación del plan Repower EU para disminuir la dependencia del gas ruso y afirmó que iba a apostarse por avanzar en “la conexión crítica” entre Portugal, España y Francia. Esta es la identidad política de la Unión. Estas interconexiones son las que hacen avanzar a Europa porque refuerzan su autonomía y así, al ganar poder geoestratégico, permiten actuar a la Unión con el arma de las sanciones económicas. Y están golpeando a nuestro enemigo. Ese y no otro fue el espíritu fundacional del proyecto, el que mostró la mirada de Von der Leyen en Bucha. Ante el horror, economía y política contra la guerra.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.

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