Cuatro libros para devorar (y una tentación)
La trama de espionaje que estamos contemplando en vivo funcionaría perfectamente en ficción por su lógica interna convincente
Los libros funcionan cuando atrapan. Y también cuando establecen una lógica interna convincente que por alguna razón conecta con los lectores. Si la vida fuera una novela, por ejemplo, entenderíamos a la perfección la trama que estamos contemplando en vivo y que podría convertirse en un argumento canónico, si no lo es ya: ante el intento de unos sediciosos de romper un país, este espía a los sospechosos. Varios subversivos logran huir y además llaman a la puerta de una potencia siniestra y nada recomendable. Desfilan por los pasadizos de ese régimen oscuro conocido por sus envenenamientos y masacres y estarán dispuestos a vender su alma al diablo a cambio de ayuda para su independencia.
En el mundo real rechinan todas las costuras de esta historia porque al país en cuestión se le va un poco la mano, pero en la novela sería perfecto, lógico, entretenido y comprensible, que es de lo que trata la literatura. Y como hoy es el Día del Libro y lo que conmemoramos es a un señor que luchaba contra molinos de viento, tenemos carta blanca para aparcar las costuras del mundo real y viajar a las de ficción. Aquí algunas propuestas:
Paraíso, de Abdulrrazak Gurnah, es una razón para volver a creer en los Nobel de Literatura como fuerza de descubrimiento. Digamos que Peter Handke no necesitaba ser descubierto, pero este tanzano de Zanzíbar sí, como lo fueron Olga Tokarczuk, Herta Muller y tantos a los que el Comité del Nobel nos trajo a la orilla para depositarlos a nuestros pies. Gracias. Leer Paraíso es viajar de la mano de un niño arrancado de su aldea a través de unas tierras que no se parecen nada a la palabra que lleva por título: los alemanes poseen y vejan la tierra y a sus gentes, que a su vez se vejan entre sí. Caminos de serpientes, de burlas, de supervivencia sin educación y con una curiosidad del chico que se nos va contagiando porque vamos con él como viajamos con el Quijote.
Annie Ernaux es otra enorme propuesta para este Día del Libro porque, si estábamos acostumbrados a que los hombres retrataran a las mujeres, aquí está una pluma que al fin habla desde esa experiencia propia que raramente estaba reflejada con manos masculinas: el deseo, el aborto, la maternidad, la ruptura. Sin la intermediación de los hombres. En la mesilla, recién salido del horno, está el Muerdealmas de Santiago Álvarez, prometedora incursión en la locura, y Basura, de Sylvia Aguilar Zéleny, una novela desde las entrañas de un vertedero mexicano que nos permitirá seguir bajando escalones hacia esos paraísos inversos tan gratos en literatura. Feliz Día del Libro.
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