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Vox, en observación

Algún día nuestros nietos quedarán horrorizados al saber que matar a un animal en medio de los aplausos del público fue considerado cultura

Santiago Abascal.
Santiago Abascal.Eduardo Parra (Europa Press)
Berna González Harbour

Abascal ha eliminado el último vestigio de democracia interna en Vox el mismo día (casualidad o no) en que el Tribunal Supremo ha condenado a 14 años de cárcel a quien fue su líder en Lleida por abusar sexualmente de dos discapacitados. Nos ahorraremos el relato de los hechos porque, créanme, no es para todos los públicos.

A partir de ahora, y en una decisión sorpresa, ya no habrá voto de los afiliados para elegir a sus representantes en un partido que conviene mantener en estrecha observación ya que está a punto de entrar por primera vez a gobernar. Recordemos también que, al modo de Putin, no permite entrar a según qué periodistas y medios a cubrir sus actos. Y que ha votado en contra de quitar la llave de oro de Madrid al presidente ruso. En Castilla y León, la comunidad más extensa de España, carteras tan importantes como Cultura y Turismo, Empleo e Industria y Agricultura estarán muy pronto en manos de Vox.

Fijémonos en la cartera de Cultura, donde el elegido es un perfil chocante en filas de Vox: Gonzalo Santonja fue comunista, amigo de Alberti, se casó con una hija de Grimau, ha apoyado a Herri Batasuna y en EL PAÍS ha publicado artículos en defensa de autores represaliados por el franquismo. Él mismo fue juzgado en dictadura y es experto en el 27. Pero todo esto no está en la comunicación de Vox, que destaca otras verdades: es filólogo, catedrático y tiene... cinco libros sobre toros. La elección de Santonja está sin duda marcada por su defensa de la tauromaquia como parte de la cultura. Recientemente fue muy activo en las críticas al Gobierno por no incluir los toros en el bono cultural.

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Algún día nuestros nietos quedarán horrorizados al saber que matar a un animal en medio de los aplausos del público fue considerado cultura. Pero más allá de este debate, quedan claras las prioridades de Vox. En la tierra del gótico y el románico, del Camino de Santiago, de vías romanas, de museos como el Musac, exposiciones como Las Edades del Hombre, archivos, festivales como el de Literatura en Español y montones de cosas más se ha elegido a un protaurino. Es legítimo. Y es un mensaje.

Vox significa censura, xenofobia, negación de la violencia machista, odio a los inmigrantes, apoyo a Putin y más despropósitos que lo convierten en un partido ultraderechista de los tristemente conocidos a lo largo de la historia. A partir de ahora y de la mano de Feijóo, veremos el banco de pruebas que es Castilla y León. Tanto el PP como Vox, estarán bajo observación.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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