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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Piernas

Lo que en los hombres es decoroso y natural, en las mujeres es desvergüenza, desacato, descaro, indecencia, impropio de una ‘señorita’

Carmen Morán Breña
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, encabeza una de sus conferencias diarias, conocidas como 'mañaneras'.
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, encabeza una de sus conferencias diarias, conocidas como 'mañaneras'.GOBIERNO DE MÉXICO

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Los gestos corporales, qué grandes mensajes. En las mañaneras del presidente de México los hombres de su gabinete se sientan, las mujeres van a misa. Ahí está la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, con las piernas alineadas y las rodillas bien juntas, las manos obedientes en el regazo. Lo mismo hace Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de Ciudad de México, cuando acude al llamado del presidente. No hay un momento de relajación en el que se busque la comodidad de una postura sencilla pero acorde con la ceremonia, que no es otra cosa que una simple conferencia de prensa. Son solo dos ejemplos, pero se repite casi cada mañana, con muchas mujeres. Diosas vestales firmes ante el altar, inmóviles como estatuas, las manos quietas, las piernas apretadas, como buenas y temerosas señoritas.

A su lado, los compañeros, incluso los militares, abren sus piernotas sin recato. El secretario de Defensa, Luis Cresencio Sandoval, cruza los tobillos; otros uniformados, con las manos apoyadas en los muslos y el cuerpo echado hacia adelante, parece que van a levantarse de la silla. Campechanos como nadie. El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, no conoce el roce de rodillas. Ni el subsecretario Gatell ni su jefe, el licenciado Varela. Asientan sus posaderas cómodamente y prenden sus celulares. ¿Quién les enseñó a ellos a cerrar las rodillas ni el temerario peligro de tenerlas abiertas? Eso estaba destinado al sexo atacable: no se provoca, no se sufre. Y así llegamos al siglo XXI.

Manspreading. Ni sé ya quién le puso nombre a lo que venía incomodando desde hace tiempo. Acertadamente traducido al español como despatarre, la práctica es recurrente en los transportes públicos, por ejemplo, donde las mujeres ocupan el asiento que les corresponde y ellos se extienden más allá, lanzando el mensaje, como el perro deja la meada: esto es espacio público, ergo mi territorio. Las redes están llenas de fotos. Vale para los congresos, exposiciones, charlas televisivas, para cualquier cita. Lo que en los hombres es decoroso y natural, en las mujeres es desvergüenza, desacato, descaro, indecencia, impropio de una señorita. Cuando le dieron el premio nobel de Literatura a Doris Lessing se dejó fotografiar con las piernas bien abiertas en las escaleras de su casa. Recuerdo las críticas machistas escondidas bajo argumentos de buen gusto y no sé qué otras zarandajas.

Señorita (ya acabo). Señorita es una de las palabras que más se pronuncian en México, lo mismo da que sea una llamada al banco que los buenos días en el mercado. Da igual que una tenga 15 años que 49 o 72. Porque no es una cuestión de edad, sino de estado civil. ¿Es soltera?: señorita. Casada: señora. El término no es inocente, desde luego que no. Solo a los niños y algunos pipiolos de la clase alta se les dice señoritos (pura cursilería o mecanismo de distinción del padre y dueño de la manada). Pero las mujeres, de cualquier clase, son señoritas eternamente, porque infantilizarlas es estrategia. Son siempre jóvenes e inexpertas, alocadas y sin criterio, emocionales sin raciocinio. El sexo a proteger, el sexo tutelado, el sexo que no toma decisiones, que obedece con las piernas cerradas, como buena señorita. Dirán que las mujeres que pasan por la mañanera son poderosas. Desde luego que sí. Pero los gestos son un mensaje y en este caso no hay nada bueno que aprender de él.

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Tenemos una tarea imprescindible por delante. Y no pasa por considerar ajenos los malestares masculinos. Hay que entenderlos y dotarlos de sentido.

Y para despedirnos, unas sugerencias:

Una recomendación de Naira Galarraga Gortázar, corresponsal de EL PAÍS en São Paulo

Ida B. Wells, el hilo entre los linchamientos y Barbie

Sospecho que una de las últimas cosas que esperas toparte en un boletín feminista como Americanas es una Barbie, pero aquí traigo una. Los fabricantes de aquella rubia con aspecto de anoréxica acaban de dedicar una muñeca a Ida B. Wells, un personaje extraordinario. Nacida esclava en 1862, esta reportera y activista contra el linchamiento de los negros ya ejercía a finales del XIX lo que ahora conocemos como periodismo de datos. Increíble, ¿verdad? Documentó miles de casos en el sur de EE UU, investigó las acusaciones contra los linchados —incluida la típica de violar a mujeres blancas— y descubrió un patrón: era una táctica para instigar el terror en los negros y mantener la supremacía blanca. De la investigación nació el libro A red record.

La osadía y el coraje que hacía falta para embarcarse en una tarea de ese calibre contra el orden establecido contrasta con el aspecto de Ida B. Wells en la versión de juguete. Luce un vestido victoriano, botines de tacón y un moño alto, a tono con la época. Una imagen convencional que escondía una pionera en mayúsculas. También fue directora y copropietaria de un periódico negro, el Memphis Free Speech, además de sufragista. Recordé a Ida B Wells estos días tras el brutal linchamiento de un congolés en un quiosco playero de Río de Janeiro.

La figura de Ida B. Wells, periodista, sufragista y activista afroestadounidense de la colección 'Mujeres que inspiran' de Barbie.
La figura de Ida B. Wells, periodista, sufragista y activista afroestadounidense de la colección 'Mujeres que inspiran' de Barbie.Matell

Y hablando de periodistas, una última recomendación:

La politóloga mexicana Denise Dresser dice que las agresiones que recibimos las mujeres en las redes sociales son una extensión de la violencia que vivimos en las calles. Esos ataques son especialmente graves para algunas, como las periodistas, que —como han demostrado diversos estudios— son víctimas de trols anónimos y actores políticos que las asedian con insultos y amenazas en el mundo digital. Esta semana, la Fundación para el Debido Proceso (DPLF) ha presentado el informe Mujeres periodistas en primera línea: desafíos para la Libertad de Prensa en El Salvador, que analiza las formas específicas de abusos y ataques que sufren las reporteras salvadoreñas. “Existe un patrón de violencia que se caracteriza por el acoso digital y ciberataques; la estigmatización y mensajes de odio en razón a su género; y amenazas con componentes sexuales”, nos contó la coordinadora de comunicaciones de la organización, Karen Arita Ramos, esta semana en un correo. El informe refleja, además, que con frecuencia se les trata de ridiculizar o cuestionar su inteligencia o capacidad.

Según el documento, en los últimos años ha habido un aumento notable de estas agresiones que coloca a las periodistas en niveles de hostilidad que no se veían desde la guerra civil en la década de 1980. “Las agresiones y violencias contra mujeres periodistas no ha iniciado con el Gobierno del presidente [Nayib] Bukele, pero sí se ha intensificado, como parte de una práctica estatal. No son hechos aislados”, explica Leonor Arteaga, directora de programas de la organización. “Esto tiene un efecto silenciador y de intimidación contra las mujeres periodistas específicamente, pero también contra todas las mujeres que quieran alzar su voz”. Si quieres escuchar más de las amenazas que enfrentan las periodistas salvadoreñas de su propia voz, este martes DPLF organiza una conversación en Twitter Spaces.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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