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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Vox y PP, juntos en Lorca

Los exaltados de ambos partidos han cruzado la frontera de la violencia sin un contundente “por ahí no” de los populares

Una de las mejores cosas de Twitter —es solo un segundo, enseguida vamos con lo peor— son los tuits rebotados que merecen la pena. El tuit de alguien a quien no sigues, y si te llega es porque le gustó o lo retuiteó alguien a quien sí sigues. A media mañana, llegó un tuit de Josefa Paredes que había retuiteado José Luis Rebordinos. Eran varios mensajes encadenados y contaban la siguiente historia: “Una mujer que caminaba por López de Hoyos encontró abandonado en la acera un mueble y pensó en llevárselo. Al cogerlo se dio cuenta de que pesaba mucho y descartó la idea. Pero mientras lo dejaba, vio en el fondo de un cajón un currículo y la carta de presentación que lo acompañaba, fechada en 1996 y dirigida a una institución muy conocida. La mujer pensó que un currículo, pese a tener 26 años, es algo muy personal y decidió llamar por teléfono al número que aparecía en él. Contestó mi madre que, al no entender, cedió el auricular a mi hermana. La mujer dijo mi nombre y leyó la carta que escribí, seguramente con ilusión, como decenas de ellas. Hablaron un rato. Al final, la mujer preguntó cómo me había ido. No sé por qué estoy llorando”.

Me pareció una bonita historia y me aventuré a leer las reacciones, temiendo que, tratándose de Twitter, apareciera algún aguafiestas con alguna inconveniencia. Pero no. El propio Rebordinos, director del Festival de Cine de San Sebastián, contestó así:

—Somos la infinidad de pequeñas historias que hemos vivido, las que nos han contado e, incluso, las que hemos imaginado u otros han imaginado para nosotros...

—Así es. A veces las dejamos escapar. Esta era imposible —respondió Josefa Paredes, dejando entreabierta la puerta de la curiosidad.

Y en esas estábamos, pensando qué historia más bonita y además qué buen día hace, cuando todo volvió a su ser. La radio traía la voz de la diputada de Vox Macarena Olona llamando “ministra comunista” a Yolanda Díaz en un intento de arrastrarla hasta el barro. No picó la vicepresidenta a las provocaciones ni tampoco a las del número dos del PP, Teodoro García Egea, pero daba igual. No pasaron muchos minutos hasta que Twitter colocó entre las tendencias del día el apellido Olona y prácticamente se olvidó del lugarteniente de Casado. Y ahí se quedó toda la tarde la diputada de Vox, recibiendo el aplauso de los suyos, anunciando que tiene muchas ganas de ir a una tractorada organizada en Murcia —seguramente para condenar in situ— el asalto de sus simpatizantes al pleno municipal de Lorca— y distribuyendo un vídeo de su intervención en el Foro Nueva Economía. Hay algo en ese vídeo que llama la atención. Dice Olona que diputados de otros grupos, “no de manera abierta, pero sí de forma reservada”, se acercan a ellos para mostrarles “la profunda envidia que sienten por tener delante a un grupo parlamentario como Vox en el que claramente se ve un código de honor y unas relaciones de familia”. Si eso es cierto, ya hay diputados del PP —¿de qué grupo si no?— que se sienten más identificados con el fondo y las formas de Vox. O lo que es lo mismo, que, ya puestos, prefieren el original a la copia. En Lorca se ha visto que los más exaltados de uno y otro partido ya han cruzado juntos la frontera de la violencia, sin que nadie del PP haya dicho con contundencia “por ahí no”. Más bien al contrario. En un tuit que luego borró, su portavoz en Lorca, Fulgencio Gil, habla del asalto como la consecuencia lógica del hartazgo.

El tuit de Josefa Paredes es bonito porque trae al presente las ilusiones que se quedaron olvidadas en un cajón. Los mensajes de Vox, ante el silencio incomprensible del PP, dan miedo. Huelen a odios viejos, a malos presagios.

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