No dimita todavía, aún hay más
Necesitamos las redes sociales para trabajar, pero un discurso orquestado desde el privilegio nos anima a desconectarnos
Quizás nunca hemos hablado tanto de trabajo como este año. El año que empezamos teletrabajando para luego volver a la presencialidad, pero una vuelta a medias en la que inventamos la peor aberración jamás creada en un entorno laboral, solo superada por las oficinas abiertas: las reuniones online desde la oficina. También fallamos a los jóvenes con nuestra ineficacia de boomers analógicos y a los boomers con nuestra superioridad de mileniales digitales (soy Generación X, por tanto, responsable de todo lo anterior).
Ahora en Twitter hay voces pidiendo que las medidas que se adopten para frenar la covid incluyan fomentar el teletrabajo, algo mucho más lógico que llevar mascarilla en exteriores. Algunas empresas se revuelven con el argumento de que si hacemos vida normal y vamos a cenar con amigos, al cine, de vacaciones o incluso a conciertos deberíamos poder ir a trabajar, maquinitas de producción.
El teletrabajo, quien lo probó lo sabe, implica una hiperconexión agotadora, una intrusión digital en canales y dispositivos que solíamos utilizar para relacionarnos en nuestra vida personal. En esta hibridación que hemos inventado este año esto ya no solo aplica al trabajo en remoto. Necesitamos dejar entrar al trabajo en nuestros WhatsApp y en nuestras redes sociales y además necesitamos estar en esas redes sociales construyendo una marca personal, autopromocionando nuestro trabajo y haciendo networking. Después, cuando el pensador Byung-Chul Han, creador del concepto “sociedad del cansancio”, dice que los teléfonos móviles son instrumentos de dominación corremos todos a compartirlo, desde nuestros móviles seguramente, autoafirmándonos en la idea de que el uso lúdico de la tecnología es perverso y solo añade tiempo al tiempo que ya por defecto pasamos obligatoriamente trabajando en nuestros smartphones.
Mientras tanto los emprendedores del bienestar digital aprovechan para vender coaching de todo tipo. En Instagram proliferan los retiros de desconexión de fin de semana, en los que por un módico precio te guardan el teléfono un par de días, aderezado todo con yoga y zen; y hay másteres en desconexión digital (juro que se hacen llamar así). El hashtag #meditation tiene más de 46 millones de entradas y gurús de la meditación como Deepak Chopra cuentan con dos millones y medio de seguidores. Las aplicaciones de mindfulness como Calm, donde se pueden escoger diferentes fórmulas de desconexión, no dejan de captar financiación. En concreto, Calm estaba valorada en 2020 en 2.000 millones de dólares. Headspace, otra popular aplicación para meditar, creó este año para Netflix una serie de vídeos que tienen como objetivo ayudarnos a conciliar mejor ese sueño que probablemente perdemos viendo otras series de Netflix.
Otro formato donde prolifera el negocio del bienestar son los podcasts. Russell Brand, el actor reconvertido en experto en salud y reconexión, conduce, además de su programa de entrevistas, otro con meditaciones de 10 minutos. El podcast de Goop, la empresa de wellness de Gwyneth Paltrow, es otro ejemplo de esta tendencia que pone al alcance de cualquiera en cómodos episodios de una hora la cura a su quemazón laboral. La consigna, que proviene casi siempre de ricos visionarios, vuelve a decir que desconectemos, como si pudiéramos escoger cuándo, cómo y dónde trabajar.
Otro de los temas más escritos y leídos del año ha sido la Gran Dimisión, el abandono masivo del trabajo por parte de empleados estadounidenses. La fantasía colectiva se ha articulado desde Antiwork, una comunidad con más de 1,4 millones de suscriptores dentro del foro Reddit, dirigida a quienes quieren “terminar con el trabajo, tienen curiosidad sobre el fin del trabajo, quieren sacar el máximo partido a una vida libre de empleo, desean más información sobre ideas antitrabajo y buscan ayuda con sus problemas laborales”.
El discurso de empoderamiento ante esta crisis ya lo hemos oído en otras ocasiones. Está en tu mano sobrellevarlo: elige no estar estresado, no usar más de lo debido el smartphone, no permitir al teletrabajo invadir tu dormitorio. Como si trabajar fuera opcional.
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