_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No solo oro

Es duro para la acelerada sociedad actual leer como si fuera una novela de aventuras las casi 800 páginas de imponentes octavas reales de ‘La Araucana’, de Alonso de Ercilla, pero ahí están

Alonso de Ercilla
Un grabado en color de Alonso de Ercilla.Ipsumpix (Corbis via Getty Images)
Félix de Azúa

Cada vez que un grupo de beocios derriba una estatua de Colón o exige nuestro perdón, siento un abatimiento que supongo compartido no por ser español, sino como ciudadano de un país civilizado. Es el fascismo populista quien escupe odio y envenena a la gente. Los demás tenemos gran respeto por lo que hicieron los hombres de antaño. Hoy toca hablar de un conquistador.

Al cumplir los 15 años de edad entró a formar parte del grupo de pajes de Felipe II y como tal viajaría por Europa antes de embarcar para las Indias en 1555. Contaba Alonso de Ercilla 23 años cuando se sumó a la expedición que acudió al Chile austral, tras la muerte de Pedro de Valdivia a manos de los indios araucanos. Era como el joven Ismael embarcado a la caza de la ballena blanca. Participó en la guerra de Arauco entre indígenas y colonos y de esa experiencia nacería La Araucana, inmenso poema épico que desde el título evoca a Homero y Virgilio. En su obra, tan admirables son los indígenas como los españoles y tienen la nobleza colosal de la estatuaria clásica. El más famoso de los jefes araucanos, Caupolicán, perdura en un célebre soneto de Rubén Darío.

Lo asombroso es que Ercilla canta también el paisaje, la flora, la fauna y la dignidad humana de los nativos australes, como en la espléndida escena que describe a las mujeres araucanas recogiendo las armas de sus maridos muertos en combate y lanzándose fieramente al ataque. Hay momentos que anticipan la invención romántica del buen salvaje que tendría lugar siglos más tarde.

Comprendo que es duro para la acelerada sociedad actual leer como si fuera una novela de aventuras las casi 800 páginas de imponentes octavas reales, pero ahí están, recién editadas por la Biblioteca Castro, para quienes América no sea sólo codicia, crueldad y oro, sino también grandeza, alabanza y creación.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_