Baila Beethoven
James Rhodes no entiende el reguetón ni el fenómeno Bad Bunny y las redes le explican que poco importa que algo se escuche dentro de 200 años, lo que importa es que se escuche hoy. Y mover el cuerpo
Una chica mira a cámara y dice en tono burlón, como imitando a alguien: “Es que en las discotecas solo ponen reguetón”. Hace una pausa de suspense y la misma chica dice: “¿Ah sí? ¡Pues baila Beethoven!, ¡baila Mozart!. Ve al DJ y dile, ponme Beethoven que voy a bailar”, se responde a sí misma.
Si no recuerdan este vídeo es que no lo han visto. Pertenece a un género de vídeos de TikTok en los que jóvenes se burlaban de comentarios displicentes poniendo música de suspense al dar después una respuesta irrebatible.
Este lunes hubo una gran discusión en Twitter. El pianista James Rhodes preguntó en un encuentro ante jóvenes en La 2 por qué les gustaba Bad Bunny, un músico que a su juicio no pasará a la historia. “Explicadme, por favor, lo del reguetón y Bad Bunny. Os juro que no estoy diciendo que sea una mierda, pero no entiendo su popularidad”, dijo Rhodes. “¿Vamos a escuchar a Bad Bunny en dos siglos? Pues no, ni de coña. Pero seguramente vamos a hablar de Beethoven y hay una razón para ello”, sentenció. Dejando a un lado la bola de cristal que quizás tiene el pianista y los demás no tenemos, los usuarios se centraron en dar argumentos a favor y en contra de Rhodes, de sus gustos musicales, del reguetón y de Bad Bunny.
Conviene recordar que todo lo que hace o dice James Rhodes se convierte en viral. El pianista británico es quizás el mayor fan de nuestro país. Esto, que al principio le granjeó muchas simpatías, fue también su cruz. Su interpretación de España resulta para algunos ingenua y privilegiada, reduccionista. La decisión del Gobierno de concederle la nacionalidad española generó debates infinitos.
Pero volviendo a Bad Bunny: había largos hilos explicativos en los que se cuestionaba si la trascendencia era el baremo para medir la relevancia de una determinada música en un contexto concreto. También se analizaba el impacto del boricua en el reguetón al que, según destacaba la usuaria @srtagalicia, despojó de la hipersexualidad y la masculinidad tóxica.
Pos te lo explico, @JRhodesPianist
— @Srtagalicia@mastodon.social (@srtagalicia) November 21, 2021
No pasa ni media. Me gusta el reguetuni porque puedes bailar a saco y cantar a pleno pulmón. ¿Por qué gusta tanto BadBunny? Porque ha invertido los polos de la música urbana latinoamericana y ha sido un catalizador del cambio de paradigma > https://t.co/5DVaNLBEjf
Ella misma apuntaba otro argumento en contra de la crítica de Rhodes: el eurocentrismo. El periodista de EL PAÍS Fernando Navarro explicaba en un artículo otra clave muy relacionada con esa mirada occidental. No se entiende la música latina sin el baile y no se entiende la música suburbial sin el baile. Y el reguetón es en su origen ambas cosas. El baile es la respuesta a la que la mayoría acude para responder a Rhodes. El baile y la relación con el cuerpo y con otros cuerpos son a menudo un argumento para criticar el reguetón. También para defenderlo.
La periodista June Fernández publicó en su blog en 2013 un texto en defensa del perreo, algo insólito para una activista feminista en aquel entonces. El texto, que fue tremendamente viral y que se titulaba Si no puedo perrear no es mi revolución, defendía la liberación que suponía para una mujer europea, blanca, vasca (yo también soy vasca, sé lo que quiere decir) un baile sensual como el reguetón. El twerking, de hecho, al igual que el pole dancing, dos bailes asociados a la misoginia y el machismo, son desde hace un tiempo disciplinas que escogen muchas mujeres para superar traumas sexuales y de relación con el propio cuerpo. Aunque el año pasado June Fernández matizó ese texto en Pikara explicando que ella misma había caído en estereotipos de los que quería huir, hay algo en el argumento que conecta con lo que las redes trataban ayer de explicar a James Rhodes. Y con el vídeo viral de “baila Beethoven”.
¿Estoy mezclando entretenimiento, política, baile, colonialismo, hipersexualización, cultura popular, feminismo y música? Así es. Hasta abajo.
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